XVI DOMINGO ORDINARIO
Lc 10,38-42
Para comprender la Palabra
Camino a Jerusalén Jesús visita la casa de Marta y María. No
se dice quiénes son, ni en dónde viven. El texto está construido a partir del
contraste existente entre las personalidades de las dos hermanas que reciben a
Jesús en su casa: María, que sentada a los pies de Jesús escucha su palabra, y
Marta, preocupada por el trabajo de la casa a fin de ofrecer una digna acogida
al Maestro. Las dos actitudes son muy loables. Se trata de señalar prioridades
y la prioridad, en la fe cristiana, pertenece a la escucha de la Palabra de Dios. La vida
cristiana es esfuerzo, pero también es – e incluso prioritariamente- recepción, acogida.
Estar sentado “a los pies” es una expresión bíblica que
designa al discípulo que, en modo atento y diligente, sigue las enseñanzas de
un maestro (2Re 4, 37; Hech 22, 3). María es presentada como discípula de
Jesús. El verbo griego en imperfecto indica que la acción de María no es
pasajera, sino que la realizaba con perseverancia. Ella es modelo del discípulo
que fundamenta toda su vida en la escucha obediente de la palabra de Jesús.
Presentar la figura femenina como modelo de discípulo es una verdadera novedad
dentro del ambiente cultural y religioso de la época, en donde solamente los
hombres podían dedicarse al estudio de la ley.
Marta anda preocupada e inquieta con tantas cosas para que
Jesús esté bien servido. Marta es descrita con el verbo griego “Perispào” que se puede traducir como
“estar ansioso”, “se afanaba” (v. 40). Jesús no desautoriza su servicio: indica
que lo esencial para del discípulo es dedicarse a escuchar su Palabra, y esto
exige una total y exclusiva atención (es la mejor parte) para que dé fruto. El
servicio (diaconía) no debe turbar y distraer, cayendo en la agitación y al
afán. Servir sin escuchar es perder lo esencial. Ciertamente se deberá actuar,
pero el obrar no será un hacer desnudo, sino un poner en cumplimiento aquello
que se ha escuchado. Escuchar es esencial en la vida de discípulo ya que siempre
serviremos como Jesús.
No es exacto, por tanto, contraponer entre sí a Marta y
María como la acción y la contemplación. Israel no conoce ese tipo de mística
ni de contemplación. Conocer a Dios implica en Israel el escuchar la palabra y
llevarla a la práctica. Sólo desde aquí se entiende el mensaje radical de
nuestro texto. La “escucha de Jesús” puede venir a determinar un tipo de
existencia cristiana que profundiza especialmente en el don de la fe. Tal sería
el fundamento de la contemplación cristiana, que no está basada en un proceso
ascensional de la mente que tiende hacia Dios, sino en la auténtica obediencia
del que escucha la palabra y vive inmerso en el gozo y exigencia que ella
produce.
Hay que reiterar que aquí hay una postura inaudita. La mujer
no es creyente de segunda. No tomaba parte oficial en el culto de la sinagoga
ni se podía dedicar a la escucha y cultivo de la ley. Ahora, con Jesús resulta
que es la figura femenina donde se refleja el auténtico cristiano.
Para escuchar la Palabra
El Reino ha hecho de Jesús peregrino y le ha proporcionado tantos
amigos. Él aceptaba ser acogido en el hogar de cuantos aceptaban el evangelio
de Dios en su corazón. Era su táctica misionera: identificaba a sus amigos con
aquellos que se identificaban con su evangelio y se dejaba servir por quienes,
tras de haberle escuchado, ponían sus vidas al servicio de Dios. No separó
misión de amistad, vida pública y vida privada. Personalmente, ¿Qué criterios
utilizo para la selección de mis amistades en el ejercicio apostólico? ¿Acojo
el Reino de Dios de manera de hospedar a Jesús y entrar en amistad con él?
¿Cómo tenerle como huésped en casa, si no permitimos que su palabra sea nuestro
alimento y nuestra tarea?
Que Jesús desee y busque ser hospedado no le hace indiferente
al modo de ser recibido. Quien se dedica a escucharle, le hospeda mejor. A
Marta no se le corrige por cuanto hace, sino por lo que deja de hacer. El
servicio más preciado que podemos ofrecer a Jesús, quienes estamos dispuestos a
recibirle en casa, es de lo más sencillo y el más agradable: Gozar de su
persona oyendo su palabra. Obtendremos lo mejor y la promesa de no perderlo
nunca. ¿”Pierdo” tiempo en la atención y escucha del Señor? Mi actividad como
discípulo, ¿suele caer en la ansiedad y angustia? Es mi actividad ejercicio de
obediencia a quien he escuchado?
Para orar con la Palabra
Pública
como privadamente, abierta como en lo secreto no pierdes tiempo Señor para el
anuncio del Reino. Eres una persona totalmente consagrada a una causa, aquella
del Reino. Reposo, amistad, actividad, soledad, acompañamiento... todo en tu
vida gira en torno al anuncio del Reino de tu Padre. El Reino te llenó mente,
corazón y manos. Ven, Señor, quiero hospedarte escogiendo la parte mejor, la
más estable e imperecedera: la acogida atenta de tu mensaje sobre el Reino. Que
el frenesí de mi vida no me lleve a considerar la escucha de tu Palabra como
tiempo perdido. Siendo tú totalmente para el Reino, gáname a fuerza de tu
predicación a la escucha incondicional de tu Palabra. Que no pierda lo mejor
por lo bueno. Sólo la escucha a tu palabra garantizará mi vida cristiana y
apostólica.