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Desde hace décadas se viene empleando el término valores en sustitución de la palabra virtudes que son, en la literatura tradicional cristiana, la adquisición de hábitos positivos, en contraposición a los malos hábitos que son los vicios o defectos. Todos los auténticos valores de la cultura actual son valores cristianos. El elenco de valores humanos es muy grande, es decir, la persona puede embellecerse con muchas joyas que completan y enriquecen el carácter y la personalidad. Para facilitar el estudio de los valores desde el punto de vista psicológico o espiritual se suelen clasificar. Una gran clasificación cristiana tradicional es agruparlas de la siguiente manera:
No en vano el hombre es imagen y semejanza de Dios y, por tanto, su alma tiene la semilla de toda la bondad y belleza divina. El cristiano en esta carrera por adquirir valores juega con ventaja porque cuenta con la ayuda de la gracia de Dios para combatir los defectos y adquirir virtudes. En principio, por tanto, el cristiano coherente, el que lucha por la santidad, debería ser líder en su entorno familiar, profesional y social, por los valores que deben enriquecer su personalidad. El verdadero terreno de juego del cristiano no es la parroquia, sino la calle, la vida real. A la parroquia va a buscar la ayuda y la gracia necesaria para cristianizar lo cotidiano y su entorno inmediato. Esa es la actitud de ¨salir¨ de la que nos habla el Papa Francisco. Se podría decir que no tenemos que ¨salir¨ porque ya estábamos fuera, intentando ser ¨sal y luz¨. Desde que se levanta hasta que se acuesta, un cristiano tiene un panorama enorme para enriquecer su persona y embellecer su entorno. Casi sin darse cuenta tiene la oportunidad de desplegar el arsenal de valores a aplicar en cada uno de las pequeñas acciones y decisiones que se toman cada día.
Solamente te falta la guinda final: el acabado de la sencillez. Cuando el Papa Francisco dice que no hay que ser héroes, sino hacer actos humildes, seguramente se refiere a eso. La vida de cada día está llena de esos actos humildes, realizados con sencillez, que no destacan, no llaman la atención pero, son un verdadero despliegue de valores humanos. Así es como se cristianiza la sociedad entera, desde dentro. Fuente: Javier Ordovás | Aleteia.org |
martes, 23 de septiembre de 2014
¡Que se te note lo cristiano a donde vayas!
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