A Jesús no le vemos y tocamos como a cualquier otra
persona, pero por la fe sabemos que Cristo Resucitado está vivo y nos acompaña
Ahora propongo algunos medios prácticos para vivir en la presencia de Dios.
1. Cree e imagina que Jesús está junto a ti.
A Jesús no le vemos y tocamos como a cualquier otra persona, pero por la fe
sabemos que Cristo Resucitado está vivo y nos acompaña en el camino de la vida.
Como el ciego percibe la presencia de otra persona a su lado, así, por la fe, siento
y estoy seguro de la presencia de Dios junto a mí. Yo sé que Él me escucha.
Creo que siempre lo he tenido a mi lado y dentro de mí, y que ahora mismo está
aquí. Puedo “llevarlo conmigo” a todas partes, conversar familiarmente con Él,
pedirle luz y fuerza, disfrutar de su compañía.
Una de las oraciones más bellas que conocemos y que celebran esta presencia
omnipresente de Dios es el Salmo 139:
“Señor, tú me examinas y conoces,
sabes si me siento o me levanto, tú conoces de lejos lo que pienso.
Ya esté caminando o en la cama me escudriñas, eres testigo de todos mis pasos.
Aún no está en mi lengua la palabra cuando ya tú, Señor, la conoces entera.
Me aprietas por detrás y por delante y colocas tu mano sobre mí.
Me supera ese prodigio de saber, son alturas que no puedo alcanzar.
¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde huiré lejos de tu rostro?
Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí
también estás.
Si le pido las alas a la Aurora para irme a la otra orilla del mar,
también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha.
Si digo entonces: “¡Que me oculten, al menos, las tinieblas y la luz se haga
noche sobre mí!”
Mas para ti ni son oscuras las tinieblas y la noche es luminosa como el día.
Pues eres tú quien formó mis riñones, quien me tejió en el seno de mi madre.
Te doy gracias por tantas maravillas, admirables son tus obras y mi alma bien
lo sabe.
Mis huesos no te estaban ocultos cuando yo era formado en el secreto, o bordado
en lo profundo de la tierra.
Tus ojos veían todos mis días, todos ya estaban escritos en tu libro y contados
antes que existiera uno de ellos.”
2. Mira con miradas de fe:
Aplicando una mirada de fe, todo es transparencia de Dios; todo: cosas,
acontecimientos y personas. Dios está en toda la creación porque le da la
existencia y porque la conserva. Las criaturas tienen los rasgos de su autor y
podemos descubrir en ellas los atributos, las cualidades esenciales, de Quien
las hizo. En las personas podemos reconocer a Dios porque las creó a su imagen y
semejanza y porque la gracia santificante corre por sus venas.
Dios está allí, quiere revelarse, darse a conocer a nosotros, depende de
cada uno abrir los ojos con una mirada de fe y reconocerle. Lo contrario sería
una especie de ceguera o miopía.
3. Haz un examen diario lleno de gratitud:
Dios Providente está presente en la historia y en tu historia personal, la
de cada día; que no te pase desapercibido.
Dios suele manifestarse a través de actos y palabras de otras personas, de
gracias actuales que el Espíritu Santo te regale, de dones que recibas, de
oportunidades para crecer, de los Sacramentos, etc. No tienen que ser grandes
acontecimientos, Dios nos ofrece los dones de Su amor de manera bastante
sencilla. Es cuestión de estar atento para captar su intervención Providente,
ser receptivo, ser humilde, atribuirle el mérito, bendecirlo y darle las
gracias.
Si todos los días, al final de la jornada, te reservas un tiempo para
descubrir el modo en que Dios se hizo presente en tu vida y para darle las
gracias, estarás aplicando un medio de gran eficacia para formar el hábito de
la presencia de Dios.
4. Echa mano de jaculatorias:
San Pedro de Alcántara, en su tratado de la oración y meditación, dice que
las jaculatorias “ayudan para la memoria continua de Dios y el andar siempre en
su presencia”.
Las jaculatorias son oraciones breves, en forma de frases sencillas, que
dirigimos a Dios en medio de las actividades cotidianas, poniendo toda la
fuerza de nuestra fe y todo el afecto de nuestro corazón al pronunciarlas.
Algunos ejemplos:
“Señor, tú lo sabes todo, tú bien sabes que te amo”
“El Señor es mi Pastor, nada me falta”
“Estoy en tus manos. Hágase tu voluntad”
“Tú eres mi Roca y mi salvación”
“Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”
“Espíritu Santo, ilumíname”
“Señor, que vea”
“Señor, aumenta mi fe”
“Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros”
“María, soy todo tuyo”
“Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”
“Señor mío y Dios mío”
“Señor, ten misericordia de mí”
5. Haz visitas eucarísticas y comuniones espirituales:
Si hablamos de la presencia de Dios, ¿qué mayor presencia que la de la
Eucaristía? Cristo Eucaristía: la presencia fiel y cercana. Si hay una capilla
en tu universidad, o cerca de tu trabajo o de tu casa, puedes ir a visitar a
Cristo Eucaristía una vez al día. Tal vez pases, o puedas pasar, todos los días
frente a una Iglesia y quieras formar el hábito de detenerte a saludarlo unos
minutos. Lo mismo que haces con tu novia, con tu esposa o con tus padres. Es
una forma de mantener fresco el amor.
También, hay ocasiones en que quisieras recibir la Eucaristía y no te es
posible; entonces puedes hacer una comunión de deseo donde quiera que te
encuentres. Consiste en hacer una pausa y manifestar a Jesucristo el deseo de
recibirle en el Sacramento de la Eucaristía y pedirle la gracia de recibirlo
espiritualmente.
Puedes imaginarte junto a Jesús en la última cena, recostarte
espiritualmente sobre su pecho y decirle con tus propias palabras lo mucho que
deseas recibirle. También puedes usar fórmulas como la de San Alfonso María de
Ligorio:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento
del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro
de mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven a lo menos
espiritualmente a mi corazón.
(Guarda silencio y expresa a Jesús el amor que le tienes)
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a ti.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.
6. Reza cuando realices tus actividades habituales:
Ayuda mucho para avivar la presencia de Dios adquirir el hábito de rezar
antes de tus actividades habituales. Comes tres veces al día, puedes bendecir
los alimentos antes de comer. Cuando sales de casa, puedes pedir la protección
de Dios. Cuando vas a iniciar tu jornada laboral, puedes hacer la señal de la
cruz. Cuando regresas todos los días a casa, puedes besar una Biblia, un
crucifijo o una imagen de la Virgen María que coloques a la entrada.
7. Enciende una veladora o lleva un crucifijo en tu bolsillo.
La llama de una veladora puede recordarte a Cristo Resucitado (como el
cirio pascual) y Su presencia en tu corazón. Puedes tener un cirio en tu
escritorio, en el taller, en la cocina, o en donde pases tiempos largos todos
los días, y encenderlo ocasionalmente. El cirio encendido puede ayudarte a
evocar la presencia de Cristo Resucitado a tu lado y dentro de ti.
Y hay otros medios prácticos que cada uno puede ir encontrando, como un
amigo que desde hace tiempo tiene el hábito de llevar un crucifijo en el
bolsillo de su pantalón: varias veces durante la jornada, mete la mano en la
bolsa, aprieta fuerte el crucifijo y le dirige una palabra a Jesús.
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Padre Evaristo Sada, L.C. La-Oracion.com