sábado, 28 de noviembre de 2009

Iniciamos el tiempo de adviento.


"Hay un maravilloso espíritu de sacrificio entre las Hermanas -el pesebre está casi lleno de paja*. En Navidad le enviaremos un poco para su pesebre". Madre Teresa, tomado del libro Ven, sé mi luz. Pg 203.


* Durante el adviento se ponía un pesebre vacío y un cestillo lleno de paja en la capilla, al lado del altar. Las hermanas (misioneras de la caridad) ponían una brizna de paja del cestillo en el pesebre por cada uno de los sacrificios hechos como preparación para la venida de Jesús en Navidad.




Nuestra Santa Madre Iglesia, nos marca como inicio del Calendario Litúrgico el tiempo de adviento, el tiempo de espera; que inauguramos este domingo 29 de noviembre; solamente que la modernidad del mundo en el que vivimos, nos ha hecho confundir un poco esa espera ... y si pasamos mucho de este tiempo en espera ... de la cola para aprovechar las ofertas a 12 y 18 mese sin intereses (con tarjetas participantes), en espera para comprar el regalo del intercambio de la oficina, de la casa, del novio, en la espera del sistema de apartado de los juguetes para los niños, en la espera para que me pongas las uñas decoradas (navideñas, eso sí) o me las retoquen, en la espera para el corte de cabello, y la larga espera en el super, para comprar todos los ingredientes para la cena....




Pero hemos olvidado un poco al del cumpleaños, al festejado, al centro de esta festividad; por eso fue gratificante y motivante para mi, en medio de la lectura del libro "Ven, sé mi luz"que narra el llamado de Madre Teresa de Calcuta a formar la orden de las Misioneras de la Caridad en India, encontrar en una de las cartas que envía a su Obispo Monseñor Périer, para informarle sobre su vida espiritual, los asuntos de su naciente comunidad asi como su apostolado, estas maravillosas lineas de este signo litúrgico, que creo nos podria ser de mucha enseñanza en nuestra iglesia de occidente: un pesebre vacío donde colocar "briznas"de paja por cada sacrificio, oración, comunión, rosario, peregrinación, visita a un enfermo, obra de buena voluntad, favor, mandado, ofrecido a Jesús niño de Belén, invitandolo a nacer en nuestro corazón.




He compartido esta idea con algunos sacerdotes de mi ciudad, no se la verdad si alguno la vaya a retomar, pero quise compartirla con ustedes, los que pasen por este blog, para que cada uno, por lo menos de manera espiritual pongamos paja en nuestro pesebre (nuestro corazón) para recibir al Rey de Reyes, en su expresión más tierna, a Jesús Niño, esta navidad.




Sería muy padre poder hacer el signo externo en cada comunidad, en cada familia, para medir nuestra espiritualidad y nuestro grado de compromiso con Dios. Creo que nos ayudaria a vivir el tiempo de adviento, en verdad, como una espera al nacimiento de Jesús.




Deseo de todo corazón que tengan una buena semana, y que estos veintiseis días de hoy a la navidad podamos cada día hacer un poco de silencio y acompañar a María y José en esa peregrinación a la espera de la llegada de Jesús.




Que Dios les bendiga.




"Floreciendo donde Dios me ha plantado"BG




viernes, 13 de noviembre de 2009

El Principo Narciso




Mi hija me había telefoneado varias veces, para decirme: "Mamá, tienes que venir a ver los narcisos antes de que se acaben". Yo deseaba ir, pero era un camino de dos horas desde Laguna hasta Lake Arrowhead. "Iré este martes", le prometí con cierta renuencia, cuando me llamó por tercera vez.
El martes amaneció frío y lluvioso, sin embargo, había yo prometido, y manejé hasta allá a regañadientes. Cuando finalmente entré a la casa de Carolina, los gozosos sonidos de niños felices me dieron la bienvenida. Encantada, abracé y saludé a mis nietos.
"¡Olvida los narcisos, Carolina! ¡El camino está invisible con estas nubes y esta niebla, y no hay nada en este mundo, excepto tú y estos pequeños, que yo desee ver tanto como para manejar una pulgada más!"
Mi hija sonrió calmadamente y dijo: "Nosotros manejamos en estas condiciones todo el tiempo, Mamá". "Bueno", le aseguré, "no me harás volver al camino sino hasta que aclare, y entonces ¡será para encaminarme a mi casa!"
"Pero, primero, vamos a ver los narcisos. Son solo unas pocas cuadras," dijo Carolina. "Yo manejaré, estoy acostumbrada a esto.".
"Carolina", dije firmemente, "por favor."
"No te preocupes, Mamá, todo está bien, te lo aseguro. Nunca te perdonarías haberte perdido esta experiencia."

Después de unos veinte minutos, doblamos a un angosto camino de grava y vimos un pequeño templo. Al otro lado del templo, vi un letrero hecho a mano, con una flecha, que decía: "Jardín de Narcisos". Salimos del carro, cada una tomó un pequeño de la mano, y yo seguí a Carolina por el sendero. Entonces, al doblar una curva, miré y quedé boquiabierta. Delante de mí estaba la vista más gloriosa.
Parecía como si alguien hubiera tomado una enorme tina de oro y la hubiera derramado sobre la cumbre del monte y sus laderas. Las flores estaban plantadas en majestuosos diseños arremolinados, grandes fajas y tiras de un anaranjado intenso, blanco cremoso, amarillo cetrino, salmón rosa, azafranado y amarillo mantequilla. Cada variedad de diferente color estaba plantada en grandes grupos, de tal manera que se arremolinaban y ondulaban como un solo río, con su propio y único matiz. Había cinco acres de flores, unas dos hectáreas y media.
"¿Quién hizo esto? ". Le pregunté a Carolina.
"Una mujer nada más", me respondió Carolina. "Ella vive en este terreno. Ésa es su casa". Carolina señaló una casa bien cuidada con una estructura en A, pequeña y modestamente asentada en medio de toda esa gloria. Caminamos hasta la casa.
En el patio, vimos un letrero. "Respuestas a las preguntas que yo sé que estás haciendo", decía el encabezado. La primera respuesta era una sencilla: "50,000 bulbos". La segunda respuesta era: "Uno a la vez, por una mujer. Dos manos, dos pies y un cerebro". La tercera respuesta era: "comenzó en 1958".

Para mí, ese momento fue una experiencia de esas que te cambia la vida. Pensé en esta mujer, a quien nunca había conocido, quien, hacía más de cuarenta años, había empezado a traer, un bulbo cada vez, su visión de belleza y gozo a una obscura cima de un monte. Plantando un bulbo cada vez, año tras año, esta mujer desconocida había cambiado para siempre el mundo en que vivía. Un día cada vez, ella había creado algo de extraordinaria magnificencia, belleza e inspiración. El principio que su Jardín de Narcisos enseñó es uno de los grandes principios para celebrar.

Esto es, aprender a movernos hacia nuestras metas y deseos un paso cada vez - a menudo tan solo un paso de bebé cada vez - y aprender a amar el hacer, aprender a usar la acumulación de tiempo. Cuando multiplicamos minúsculos espacios de tiempo con pequeños incrementos de esfuerzo diario, encontraremos que podemos realizar cosas magníficas. Podemos cambiar el mundo...

"Me pone triste, en cierto modo", admití a Carolina. "¿Qué hubiese yo logrado si hubiese pensado en una meta maravillosa hace unos treinta y cinco o cuarenta años, y hubiese trabajado yo en esa meta 'un bulbo cada vez' a través de todos esos años? ¡Nada más piensa en lo que yo hubiera realizado!"

Mi hija resumió el mensaje del día en su manera directa usual: "Empieza mañana", dijo. Ella estaba en lo cierto. Es tan sin sentido pensar en las horas perdidas del ayer. La manera de hacer el aprendizaje una lección de fiesta en vez de una causa de pesar es preguntar nada más: "¿Cómo puedo usar esto hoy?"

Usa el Principio Narciso. No esperes...

Hasta que tu casa o carro estén pagados.

Hasta que consigas un nuevo carro o casa.

Hasta que termines la escuela.

Hasta que regreses a la escuela.

Hasta que limpies tu casa.

Hasta que organices tu cochera.

Hasta que limpies tu escritorio.

Hasta que bajes cinco kilos.

Hasta que subas cinco kilos.

Hasta que te cases.

Hasta que te divorcies.

Hasta que tengas niños.

Hasta que tus niños vayan a la escuela.

Hasta que tus hijos se vayan de la casa.

Hasta que te retires.

Hasta la primavera.

Hasta el verano.

Hasta el otoño.

Hasta el invierno.

Hasta que mueras.

No hay mejor tiempo que ahora para ser feliz.

La felicidad es un viaje, no un destino.

Así, trabaja como si no necesitaras dinero.

Ama como si nunca hubieras sido lastimado.

Baila como si nadie te estuviera mirando.

Te deseo un día precioso, un día narciso.

No tengas miedo de que tu vida termine, ten miedo de que no comience.

- Anónimo

Aportación: Sofía Miranda

Publicación: Martha Miranda