domingo, 30 de agosto de 2015

6 tentaciones típicas del cristiano nivel avanzado

contenidoPor si a alguien todavía no le queda claro: el demonio existe y los seres humanos no somos de su particular agrado; es más, el muy cobarde, puesto que a Dios no puede hacerle ningún daño directo, decidió herirlo a través de las criaturas que Él más amaba: nosotros. Por eso nadie se espante, especialmente los cristianos (su presa favorita), si les digo que el demonio constantemente nos ataca y nos tienta para que ofendamos a nuestro Creador.
 
El problema es que el demonio es muy astuto, y nosotros, los cristianos, muchas veces nos pasamos de tontos. Creemos que ir a Misa, rezar el Rosario y tratar de vivir una vida cristiana coherente nos exime automáticamente de toda preocupación por la presencia de este indeseable sujeto. Lamento decir que la realidad no es así. El demonio redobla sus esfuerzos cuando ve coherencia cristiana en nuestras vidas, asume nuevos rostros y actualiza sus estrategias. Una metáfora puede ayudarnos: un ladrón quiere entrar a robar en una casa. Merodeando su objetivo y rumiando su plan descubre que ahí vive una joven cuyo novio, a una determinada hora, le lanza piedritas a la ventana para que ella se asome por el balcón y le permita entrar. ¿Qué deberá hacer el ladrón para engañar a la joven? Seguramente lanzar piedritas a la hora correcta solo podría servirle para ganarse un escopetazo del Papá. Es obvio que el plan debe consistir en disfrazarse del novio, copiar su modo de andar e impostar la voz para lograr un tono lo más parecido posible. Creo que es un buen ejemplo para entender cómo se filtra el demonio y sus tentaciones en la vida de un cristiano. El demonio, al no poder presentarnos la tentación de manera burda porque sabe bien que serían rápidamente rechazadas, cambia de plan e intenta presentarse con pensamientos y estados de ánimo que parecen espirituales para poco a poco desviarnos de la relación con Dios.
 
¿Cuáles son esos pensamientos y estados de ánimo en apariencia positivos y espirituales pero que en el fondo son tentaciones? Me voy a valer del libro El discernimiento del Padre Marko Rupnik, que por cierto recomiendo mucho, para responder a esta pregunta. Éste se basa, a su vez, en los padres de la Iglesia, es por ello que los puntos que se vienen tienen mucho de la riqueza de la tradición y la sabiduría de la Iglesia.
 
Volver a centrar la mirada en uno mismo
No sé si lo han experimentado como yo pero cuando decidí ser un cristiano de verdad uno de los grandes cambios espirituales que Dios me ayudó a hacer fue el de sacar la mirada de mí mismo y ponerla en los demás. Descubrí que había más alegría en dar que en recibir y que la alegría de la comunión auténtica no se comparaba a los opacos destellos de satisfacción que ofrece el egoísmo. En el combate espiritual es aquí donde el demonio se juega todas su cartas. Y es que es muy difícil engañar o inducir a error a una persona que tiene la mirada y el corazón puestos en Dios y en los demás. Por decirlo de una manera, el amor es la “criptonita” del maligno.
Más que el primer punto podríamos decir que esta es la estrategia base que inspirará las demás tentaciones. El demonio necesita que agachemos la cabeza, que centremos la mirada nuevamente en nosotros mismos para poder atacar con efectividad. Este aflorar de un amor propio desordenado es una enfermedad espiritual que los Padre de la Iglesia han llamado: Filaucia. Veamos cuáles son los modos sutiles con los que el demonio trata de inocularla en nuestra vida cristiana.
 
1. Hacernos creer que la fe es contenido y no relación
La fe cristiana es una vida de relación con Cristo. Una relación que se manifiesta de muchos modos: en lo que creemos, en lo que queremos, en lo que pensamos y en lo que elegimos. Es una fe que informa y enriquece toda nuestra vida porque es una fe viva, fundada en una relación actual y real con el Señor Jesús.
Cuando la vida del cristiano está nutrida por un dialogo amoroso con Cristo, el demonio poco o nada tiene que hacer. Su estrategia, por lo tanto, consistirá en desvitalizar esta relación. ¿Cómo lo hace? Pues tratando de que nuestros pensamientos y sentimientos religiosos; ya sea nuestra aspiración a la santidad, nuestra piedad eucarística o nuestra sensibilidad espiritual y social, entre otras, empiecen a parecernos más una conquista personal que un don recibido. El objetivo del demonio es hacer de nosotros personas religiosas sin Dios. Querrá hacernos creer que podemos mejorar como cristianos prescindiendo -paulatinamente- de las exigencias propias de una relación de amistad con Jesús.
Lo que el demonio no nos dirá es que nadie puede apropiarse de la fe sin sofocarla y desvirtuarla. Cuando el cristiano empieza percibirse como el principal autor de su vida cristiana la fe pierde toda la energía y actualidad que le donaba la dinámica relacional y se enfría hasta el punto de convertirse una ideología como cualquier otra. Es decir, en un conjunto de ideas en las que se cree (doctrina), que han modelado las costumbres de una familia o un pueblo (tradición) y que se traducen en una serie de normas de conducta útiles para llevar una vida correcta (moral). ¿Nunca les ha pasado que se encuentran con un cristiano que define el cristianismo de este modo?
Las consecuencia son obvias. Cuando la fe se convierte en ideología, aburre; se abre una grieta enorme entre la vida concreta y las propias creencias. La Encarnación, la Muerte y la Resurrección de Cristo adquieren repentinamente la misma relevancia que Neptuno, Urano y Saturno en nuestra vida. El demonio ha vencido. Nos ha convertido en cristianos bien adoctrinados, asiduos en las prácticas y rituales católicos, moralmente ejemplares… y muertos por dentro.

2. La sensualidad
Es fundamental rezar y realizar con amor nuestras actividades religiosas. No es atípico y no está mal que realizando todo esto experimentemos satisfacción y paz interior. ¡Estamos haciendo lo que la Iglesia nos invita a hacer y estamos perseverando! Es algo para sentirse felices, que nadie te diga lo contrario. Pero hay un peligro del que te quiero advertir; se trata de algo muy sutil: es muy fácil perder el horizonte y empezar a practicar nuestros ejercicios de devoción ya no con el objetivo de acercarnos a Dios y reforzar nuestro amor por Él, sino por el gusto espiritual que estas prácticas nos producen. Por lo que nos hacen sentir o por la imagen personal que empezamos a construir a partir de ellas.
¿Cómo podemos saber cuándo nos ocurre esto? El P. Rupnik nos da un excelente consejo: “Es importante estar atentos al proceso de los pensamientos y de los sentimientos en las oraciones y en los momentos espirituales de gran calor e intensidad (…) el enemigo se sirve de una imaginación que tiene por objeto las cosas de Dios, las cosas santas, las personas santas, o bien nosotros mismos, nuestro futuro espiritual, con el fin de suscitar en nosotros convicciones y pensamientos que, o nos hacen protagonistas “sensuales” de la vida espiritual -deseosos sobre todo de esta satisfacción- o bien, nos hacen sentirnos contentos de estar en este camino porque es satisfactorio”. Por experiencia propia, creo que no es difícil darse cuenta de la naturaleza de nuestros pensamientos y sentimientos una vez que nos hemos hecho conscientes de la necesidad de realizar su análisis. Lo difícil es precisamente esto último. Por esta razón la Iglesia recomienda no perder de vista nuestro examen de conciencia.
 
3. El apego a las propias ideas o planes
El éxito nos encanta. Somos seres humanos. Queremos que nuestros proyectos salgan bien e incluso rezamos para que esto sea así. No tiene nada de malo, es más, Dios también quiere que nuestras empresas evangelizadores salgan adelante. Sin embargo, el demonio sabe muy bien que el corazón humano a veces se entrega demasiado a los propios proyectos. El hecho de que nuestras obras busquen la evangelización no nos hace inmunes a desarrollar apegos mundanos con nuestro proyectos. Apegos que nos hacen olvidar la centralidad de Dios y su gracia y nos ponen a nosotros como los protagonistas y los héroes indispensables de ese apostolado concreto. El demonio goza cuando logra disfrazar la filaucia de celo apostólico; por eso nunca está demás poner en las manos del Señor, especialmente en el Sagrario, nuestro corazón y todos nuestros proyectos. Hablar con confianza de cada uno de ellos y dejar que el Señor nos interpele y nos ayude a ponerle siempre a Él en el centro, aunque eso signifique -gracias a Dios- hacer retroceder nuestra hambre de protagonismo.
 
4. Hacernos sentir los justicieros de Dios
¡Qué lindo! Vivimos la pureza, vamos a misa, pensamos como cristianos y ayudamos a las viejitas a cruzar la calle. Agarrémonos entonces de las manos, hagamos una ronda y no dejemos entrar a ninguna persona en nuestro círculo de diáfana virtud. ¿Te parece esta una actitud cristiano? ¡Claro que no! pero la dura verdad es que enjuiciar y despreciar a los demás por no vivir o pensar como nosotros es una práctica común cuando la propia vida espiritual no es lo suficientemente madura. Esta es otra gran tentación de la que se vale el demonio para introducir la filaucia en nuestras almas: nos hace experimentar el gusto fariseo de ser los justicieros de Dios; aquellos con poder para definir quién vive la fe y quién no. Inclusive podríamos a hacer largas vigilias de reparación por los pecados de los demás; rezando y llorando por un mundo que se cae a pedazos cuando a pedazos — en realidad — se desgaja el corazón de Dios al vernos sumergidos en un ciego y torpe amor propio.
La verdad es que los justicieros de Dios, con sus condenas y sus poses, están muy alejados de la mirada de misericordia y amor que Dios nos pide. Es importante que el cristiano que ha caído en esta tentación identifique aquellos juicios condenatorios o aquellos sentimientos de superioridad que le han embotado el corazón y los ponga con humildad a los pies del Dios que no bromeaba cuando decía que las prostitutas y los publicanos precederían a los fariseos en el Reino de los Cielos.
Solo para mencionarlo, esta tentación también se cuela en el mundo de las ideas. Ocurre cuando nuestra propia interpretación de la fe se vuelve la norma universal para juzgar las reflexión y comprensión que otros tienen de la doctrina católica. Dice el P. Rupnik: “Así las ideas se convierten en idolatría, y siguiendo ese camino se puede llegar a confundir la fe con un filón de pensamiento preciso, con una escuela precisa, incluso con un método preciso, perdiendo así un enganche real con Cristo Salvador”. En el fondo se produce una ideologización de la fe que puede llegar al extremo de descartar cualquier opinión que se oponga a la propia, incluida la voz del propio obispo, la voz del Papa o la del Magisterio de la Iglesia.
 
5. Pensamientos conformes a la Psiqué
Como ya comenté, cuando el cristiano crece en su vida espiritual el maligno debe volverse más refinado para poder introducir su aguijón en nuestras vidas. Un modo muy astuto de hacerlo — percibido, estudiado y combatido por los padres del desierto — es el de inspirar pensamientos conforme a las características de la persona; es decir, a quien es valiente le inspirará pensamientos de entrega y coraje, quien es devoto pensamientos de piedad y mortificación, quien es generoso pensamientos en la linea de la caridad y la defensa de los pobres, etc. Dice el P. Rupnik: “El enemigo llega a fingir que reza con quien reza, ayuna con el que ayuna, que hace caridad con quien da limosna, para atraer la atención, entrar por las puertas de la persona y después hacerla salir donde él quería llevarla”.
El demonio conoce nuestro mundo interior y lo tiene en cuenta. Es fundamental que nosotros también lo conozcamos y sepamos hacer un fino examen de conciencia (¡que es oración!) con vistas a reconocer dónde crece el trigo y dónde fue sembrada la cizaña. El criterio último de discernimiento debe ser el plan de Dios en nuestras vidas. Hay muchas cosas buenas y santas que podríamos hacer que no son parte de lo que Dios quiere para nosotros. La prudencia, fundada en el plan divino, debe siempre regular a la caridad.
 
6. La falsa perfección
Esta probablemente te sorprenda. El maligno también es capaz de tentarnos con cosas que podemos superar fácilmente con el objetivo de hacernos sentir personas buenas y luchadoras, con un nivel decente de virtud en nuestras vidas. Advierte el P. Rupnik: “Se cae así en la trampa más peligrosa, la de la soberbia espiritual. No son los hombres los que consiguen vencer al príncipe de las tinieblas, sino que es sólo Dios el que vence, es el Espíritu Santo quien nos comunica la fuerza del Señor de la luz para desechar las tinieblas y vencer los engaños del tentador”. Esta soberbia espiritual va de la mano con la falsa creencia de que somos capaces de vencer cualquier tentación si es que nos lo proponemos. Dios y su gracia salen inconscientemente del panorama del combate espiritual y el terreno queda servido para que el tentador muestre su verdadero rostro. Lo terrible de este modo de filaucía espiritual es que el cristiano vencido tratará de recuperarse subiendo por la misma escalera que le permitió alcanzar su pasado grado de virtud; es decir, la escalera del voluntarismo. La oración acompañará sus esfuerzos pero no será el corazón de su combate porque el tentador se ha asegurado de hacerle creer que puede lograrlo por él mismo. ¡Qué gran mentira!
La siguiente movida del maligno, y hay que estar atentos, será hacerlo abandonar la esperanza de ser ayudado por Dios para finalmente llevarlo a desesperar de su misericordia. Es irónico pero es cierto. El cristiano abandona la esperanza de recibir una ayuda que nunca pidió, y desespera de la misericordia divina cuando su objetivo no fue el perdón, sino recuperar la paz que le producía sentirse bueno y virtuoso. En el fondo, con la filaucía el maligno desubica al cristiano y lo coloca inerme en batallas cuyo resultado está previamente definido: perderá.
 
Es esencial saber que la verdadera perfección cristiana se vive en clave de morir y resucitar constantemente. Se expresa en un amor humilde que nunca se pone por encima de los demás ni se envanece con sus logros o capacidades. No haya paz en la auto contemplación sino en la felicidad de quienes están a su lado. Es una perfección que se sabe profunda y constantemente necesitada del auxilio de Dios porque reconoce su pequeñez ante el misterio del amor al que está llamada. Sus conquistas no las atribuye a sí misma sino que las agradece porque siempre son dones recibidos. Ante la perfección cristiana lo único que el maligno puede hacer es controlar su impotencia.
 
Autor: Mauricio Artieda
 

viernes, 21 de agosto de 2015

5 Características de Enamorarse que cambian tu Vida Cristiana



"Nada es más práctico al encontrar a Dios, que enamorarte de una manera tranquila, final. De quien estás enamorado, lo que captura tu imaginación, afectará todo. Hará que decidas lo que te mueva a levantarte en la mañana, lo que harás con tus tardes, cómo pasarás los fines de semana, lo que lees, a quiénes conoces, lo que rompe tu corazón y lo que te sorprende con gozo y gratitud. Enamorarse, seguir enamorado, y eso decidirá todo.”  Pedro Arrupe

Veamos, entonces, estas 5 características que normalmente descubrimos cuando dos personas se enamoran y considerar cómo se pueden aplicar también a nuestra relación diaria con Dios.

 1. No cualquiera, solamente Uno… pero uno es suficiente.

Recuerda a alguna de las personas que te gustaban cuando estabas en preparatoria. Aunque naturalmente todos buscamos agradar a todos, es diferente cuando nos gusta alguien… de repente la atención de esa persona importa más que la de cualquier otra. Recuerdo estar en el salón, haciendo mi mayor esfuerzo por decir algo inteligente o gracioso. No me importaba mucho lo que el otro 99% de la clase pensara, solamente me importaba ella, no porque los demás no fueran importantes sino porque descubrí en ella algo especial.

 

No se trata de la cantidad de relaciones que uno tenga, sino de la calidad: No recuerdo haberme sentido más solo que cuando estuve en un vagón del metro atestado de gente o un aeropuerto.  No se trata del número de “likes” o “vistos”, sino de quién le da “me gusta” y lo ve. De la misma manera, a medida que uno se acerca más a Dios empieza a descubrir un amor único que responde a nuestros deseos internos de una manera particular y el vivir de acuerdo a Su mirada se convierte en algo más y más natural. Mientras mayor es nuestra conciencia de Su mirada, menos necesitamos impresionar o sujetarnos al mundo a nuestro alrededor.

 ¿Has escuchado alguna vez la historia del periodista que se encontró a la Madre Teresa? Mientras la pequeña religiosa albanesa estaba hincada limpiando las heridas de una persona muy enferma y físicamente repugnante, el periodista comentó: “Yo no haría eso ni por un millón de dólares”. A lo que ella respondió conmovida: “ni yo tampoco”.

 A ella no le importaba el premio que el mundo podría darle; estaba completamente feliz sabiendo que El que la amaba la veía y estaba complacido con lo que ella estaba haciendo.

Una vez que he descubierto esta mirada, ¿qué otra necesidad tengo de actuar por cualquier otra razón que su amor? ¿Qué necesidad tengo de usar “Instagram” para cualquier cosa buena e interesante que hago? ¿Qué necesidad tengo de un flujo constante de “me gusta” que frecuentemente recibo de aquellos que apenas me conocen o les importo muy poco?

2. Me libera del miedo de ser yo mismo.

 

La idea de los libros de “auto-ayuda” y seminarios “para construir autoestima” siempre me ha dado un poco de desconfianza. En mi opinión, una autoestima sana es un don, no un premio o un objetivo.  Para bien o para mal, nos vemos a nosotros mismos de muchas maneras de acuerdo a cómo a otros nos ven.

El descubrir a una muchacha hermosa por primera vez sucede de manera espontánea, muchas veces por casualidad. Nadie, sin embargo, busca una segunda mirada sin la esperanza de que ella también devuelva la mirada. Si lo hace, la experiencia es maravillosa: con esa mirada, uno se ve a uno mismo diferente en el espejo al siguiente día. Incluso si uno no se considera extraordinariamente atractivo, la mirada de otros nos anima a mirar de nuevo, afirma que en realidad hay algo valioso allí. El día que uno pronuncia sus votos matrimoniales, el que me ama dice: “Yo quiero estar contigo, verte, porque eres maravilloso y digno de ser amado, exclusivamente, por el resto de mi vida”. ¡Aquí es donde encuentro la confianza para ser yo mismo!

De manera similar, nuestro tiempo en oración con Dios debe convertirse en momentos en los que Dios nos  enseña a amarnos a nosotros mismos. Él, más que nadie, desea ardientemente que nos transformemos precisamente en lo que se supone debemos ser.  Envueltos en su mirada, nos encontramos con una fuente de confianza, de “orgullo humilde”. Bajo esta esta mirada, el temor a ser rechazado, de ser abandonado o dominado, desaparece.

El ejercicio diario de examen de conciencia no es nada más sino el colocarse bajo la mirada de Dios, observando la propia vida como Él lo hace, lamentando esos momentos en los que permitimos que nuestro temor obscureciera la gloria que Dios nos da; alegrándonos en esos momentos en los que reflejamos la luz del Hijo. La oración no es otra cosa que la constante caricia de misericordia que suaviza todos los temores de ser rechazado y el descubrimiento  de la propia valía y belleza incalculable a los ojos de Dios.

 3. Me vuelve realmente único y me capacita para amarme a mí mismo.

 Nada “ordinario” es digno  de ser amado, solamente lo que es único. Aún sí, ¿qué es lo que nos hace únicos? ¿Nuestros talentos? ¿Nuestra creatividad? ¿Nuestra voluntad? ¿Nuestro apellido? ¿Nuestra riqueza? ¿Nuestro cuerpo? ¿Nuestra ropa?

Cuando uno se enamora, todo toma un nuevo significado, no tanto por el objeto en sí mismo, sino por lo que representa para el otro. Lo que define su valor es la capacidad que tiene para dirigirnos hacia el amado. Una canción, una fotografía, una pulsera, un árbol, un sueño… todo se vuelve valioso porque nos recuerda a aquel que amamos, porque enriqueció nuestro tiempo juntos. Incluso el lugar más feo, el sueño más simple se vuelve fantástico cuando se inserta en una relación de amor.

A un nivel más profundo, también descubrimos un nuevo “ser único” en nosotros mismos. Seamos talentosos o no, lo que más nos importa es el gozo que podemos darle a la persona que amamos. Aunque nuestra manera de cantar inspire admiración o carcajadas, importa muy poco.  

 

Lo que importa, lo que nos hace únicos es, de nuevo, esa mirada, esa relación con el amado.

Lo importante es por qué canto: canto para ella. En verdad, al final, los actos de amor son los auténticamente únicos. Todo lo demás es meramente ordinario.

En una forma similar, los encuentros diarios con Dios nos enseñan y revelan lo que nos hace únicos. Lo que frecuentemente luchamos por exhibir ante el mundo es, en realidad, un don: Dios es un experto y amante de lo que nos hace únicos. Él es la fuente de todo eso. Bajo Su mirada, descubro que por El yo soy realmente único, que Él moriría y en realidad ha muerto no solamente por todos nosotros, sino solamente por mí. Él conoce el número de cabellos en mi cabeza y ama cada uno de ellos. ¿Por qué, entonces, presumir? Los medios sociales son excelentes, pero si yo busco lo que me hace único en el número de “me gusta” que recibo, ciertamente obtendré como heredad nada más que frustración.

¿Cuál es punto de resaltar en la multitud si nadie me está viendo? Nadie al que realmente le importes, de todos modos. Aquí no estoy prescribiendo conformidad, sino más bien interioridad. Lo que nos hace únicos se descubre bajo la mirada de Dios.

4. Una presencia interior constante.

La mayoría de las personas que encontramos en nuestro camino están presentes mientras nuestros ojos los puedan ver. Incluso cuando alguien nos agrada, él o ella son comúnmente uno “mas” de los que atrapan nuestra atención mientras se encuentren a nuestro alrededor.

Cuando una relación se vuelve más profunda y empieza a surgir el amor, sucede algo interesante: uno parece percibir una presencia interior más anhelante. Incluso cuando la presencia pareciera ir desapareciendo, muchas personas llevan consigo una fotografía de su amado en todo momento, usualmente en un ángulo facial que les recuerda su mirada. Cuando uno se encuentra tentado a traicionar o coquetear con alguien más, este tipo de presencia interior ofrece una fortaleza sorprendente. O incluso en situaciones extremas, tales como irse lejos por una misión militar, largas separaciones o incluso el desaparecer totalmente – como en la película “Náufrago” de Tom Hanks – un simple pensamiento o recuerdo de la persona amada nos da esperanza, fortaleza y hasta el coraje para actuar virtuosamente. Incluso a un océano de distancia, esa presencia amorosa tiene su efecto: “No puedo hacer eso, ella no querría que yo lo hiciera”.

De manera similar, a medida que uno crece en su vida spiritual, este anhelo y presencia interior de Dios también crece y florece.  No hay mejor remedio para el moralismo, para ese ejercicio legalista de la ley moral cristiana, que vivir la propia vida en la presencia de Dios. Ya no vivimos de acuerdo a lo que está “bien” o “mal”, sino de acuerdo a lo que haría a nuestro amado feliz o triste. El cristianismo empieza, crece y depende en un encuentro día a día. La ética es como un epílogo de una historia de amor, y no al contrario.

Cada parte de nuestras vidas, incluso nuestros fracasos y pecados – especialmente nuestros pecados – deben insertarse en la presencia de Dios. Hasta que descubrimos que Él está con nosotros, nunca podremos cambiar y vivir como Él quiere que vivamos. Nunca subestimes esta presencia mística. Frecuentemente tendemos a enfocarnos más en lo que hacemos, en nuestras virtudes y vicios, lo que lleva un gran peligro: olvidarnos de Cristo. Olvidamos que Él está con nosotros, amándonos, enseñándonos, abrazándonos en nuestra vida diaria… ¿Cómo podemos ignorar un amor así?

5. Nos da una misión

¿Cuál es la diferencia entre una actividad cotidiana y una misión o vocación? En el primer caso, lo más importante es lo que se necesita que se haga. En el segundo, lo más importante es quién te llama o te envía. Imagina si antes de cada acción recibiéramos una llamada de esa persona a la que tanto amamos, pidiéndonos que hagamos este favor para ellas.

Cuando uno hace algo por amor, todas las actividades diarias se transforman de meras obligaciones o necesidades rutinarias en oportunidades de expresar mi amor por el otro y estar más cerca de él o de ella. La pregunta central ya no es: “¿Qué hacer?”, sino que se convierte en “¿Cómo amar?” (Y no “cómo amar” en general, sino en cómo amar a esta persona en particular).

Cuando nos enamoramos, un trabajo que me ofrece prestigio y seguridad financiera se convierte en un medio que me permite sostener (comprar necesidades diarias), proteger (por ejemplo, con un seguro de vida), y patrocinar (sueños) a aquel que amo. Hasta el más grande de los sacrificios se convierte en un regalo hermosamente  envuelto que puedo ofrecerle. No hay anda como esa experiencia de gratitud cuando la persona que amas se da cuenta de lo que has hecho por ella.

  Mientras más profundamente se enamora uno, más importante se vuelve la razón de por qué uno trabaja, más que el trabajo en sí.

El esposo que innecesariamente pasa todo su tiempo en el trabajo y solo una pequeña parte del tiempo no ha entendido el punto, y probablemente ha perdido la experiencia de una misión asignada por amor. Trabajamos para amar y estar con los que amamos; si nuestro trabajo no nos lleva a una mayor comunión, entonces necesitamos encontrar un nuevo trabajo.

De manera similar, a medida que le permitimos al amor de Dios abrazar nuestras vidas cada vez más, empezamos a percibir cada tarea, incluso los sacrificios o actos de caridad más insignificantes, como una misión dada a nosotros por aquél que nos ama.

  Éstos son unos signos de que estás viviendo esta dinámica de la misión:

·        Siempre pones en primer lugar al que dio la misión: esto significa darle prioridad a la oración en tu vida y evitar caer en un flujo ininterrumpido de actividades apostólicas que no dejan espacio para pasar tiempo a solas.

·        Aquél que define la misión es Dios, no tú. Vivir la propia vida de manera vocacional significa dejar que Dios tome el control y poner todo tu esfuerzo para seguir su voz y colaborar con Él.

·        No consideras tu proyecto como simplemente “tuyo”. Siempre hay un llamado de Dios y una parte del llamado general de Dios por medio de la iglesia. Esto significa que estás abierto a la crítica y no te consideras “el superapóstol” de la parroquia.

·        No basas tu valor de acuerdo a los resultados. Cuando las cosas van bien, le das gracias a Dios por permitirme colaborar en tal proyecto. Cuando van mal, te sientes decepcionado pero sigues adelante, mejorando lo que puedas porque estás seguro que es lo que Dios te está pidiendo que hagas.

 

Foto:

@ Roberto Trombetta/Flickr

Autor: Garrett Johnson

Image:  Kim Seng

Fuente: www.catholic-link.com

sábado, 15 de agosto de 2015

Recordando a San Juan Bosco en el Bicentenario de su Nacimiento







Es el santo de la juventud. El santo de los obreros, el santo de la alegría, el santo de María Auxiliadora y el santo de muchas cosas más. El verano de 1815 nacía en Becchi-Piamonte (Italia), de padres humildes pero muy buenos cristianos. Desde muy niño hubo de trabajar duro al lado de su santa madre, la mamá Margarita, para sacar la casa adelante. De su santa madre recibió una profunda educación cristiana y un gran amor a la Virgen María junto con un gran respeto hacia los sacerdotes. Ambas cosas quedaron profundamente impresas en su alma.

Ya desde niño demostró estar en posesión de cualidades nada comunes en todos los sentidos: Era simpático, agudo, inteligente, trabajador y muy mañoso con cuanto se proponía. Desde niño y después de joven, pero sobre todo de sacerdote, trabajará tanto que parece casi imposible cómo en sólo 72 años de vida pudo realizar tantas y tan importantes obras. Alguien ha dicho que trabajó él solo más que diez hombres juntos de no cortas cualidades.

Cuando llegaba a Castelnuovo, Asti o Murialdo y algún titiritero atraía a pequeños y grandes durante el tiempo de la Misa o del Rosario, se presentaba él y decía: "Yo lo hago esto sin haceros pagar, tan bien o mejor que él, pero con una condición: Que vengáis después todos conmigo a la Iglesia"... Lo hacía y arrastraba a los espectadores a tomar parte en cuanto en el templo se hacía. Así iba llenando la iglesia de fieles.

Ya dijimos que mamá Margarita admiraba a los sacerdotes. Él los veía demasiado arrogantes y lejanos del pueblo, sobre todo de los niños y decía: "Si yo llego a ser sacerdote, como espero, jugaré con los niños y los querré, les haré cantar y con alegría a todos querré salvar"...


Cuando vistió el hábito clerical le amonestó aquella santa mujer que fue su madre: "Puedes imaginarte, hijo mío, la gran alegría que embarga mi corazón, pero, por favor, no deshonres nunca este hábito. Sería mejor que lo abandonaras. Cuando viniste al mundo te consagré por entero a la Virgen María; cuando comenzaste los estudios te recomendé la tierna devoción hacia Ella; ahora te encarezco que seas todo de Ella... Si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre su devoción..."


Tenía muchos sueños y todos ellos muy "famosos y se cumplían". Se ordenó sacerdote el 1841 y desde entonces no paró hasta dar cobijo y digna educación a tantos niños que veía abandonados por las calles. El rezo de un Ave María hizo el milagro y fue el primer eslabón de esta maravillosa cadena de sus ORATORIOS. Centenares, millares de niños abandonados encontraron calor, educación, comida, vestido y cobijo cariñoso como en su propia casa. Mamá Margarita y su hijo se desvivían por ayudar a aquellos rapaces que el día de mañana serían buenos padres cristianos, otros sacerdotes y varios Santos, entre ellos Santo Domingo Savio.

Dos eran las armas de que se servía, sobre todo, D. Bosco, para formarles: La eucaristía y la penitencia. Estos dos sacramentos obraban maravillas en aquellos jóvenes... Hasta le creyeron un poco mal de la cabeza por los "sueños" que llenaban su corazón y su mente en favor de los abandonados... Obraba milagros, pero siempre era Ella, la VIRGEN AUXILIADORA, quien los hacía, decía él. "No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado"... "Cada ladrillo de esta iglesia —se refería a la gran Basílica que en su obsequio empezó el 1863—es una gracia de la Virgen María"... Para continuar su OBRA el 1857 fundó los Salesianos y poco después las Hijas de María Auxiliadora. Ellos llevan su espíritu. Antes de que le llegue su preciosa muerte—31 de enero del 1888—verá su obra extendida por varias naciones del mundo... y hoy es una de las mayores de la Iglesia.
Su cuerpo permanece incorrupto en la Bas
ílica de María Auxiliadora en Turín, Italia

Frases destacadas de San Juan Bosco.

1.- Entre vosotros jóvenes, es donde me encuentro bien


2.- Cuando estoy lejos de vosotros me falta algo

3.- Iría hasta Superga arrastrando la lengua con tal de salvar un alma

4.- Un buen consejo lo aceptaría aunque viniera del diablo

5.- Estad siempre unidos al Señor

6.- Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres

7.- Trabajo, trabajo, trabajo

8.- Ahora hemos de trabajar, ya descansaremos en el paraíso

9.- Quien deja una casa por seguir la vocación encuentra ciento

10.- Dadme almas y quedaos el resto

11.- Hemos de hacer buenos cristianos y honrados ciudadanos

12.- Salud, sabiduría, santidad (son las tras « S» en las que insistía Don Bosco)

13.- Decían de él: cuando Don Bosco está muy alegre es que tiene algún problema

14.- Ante la cantidad de obras que realiza, Don Bosco decía:

«Yo voy adelante haciendo como la locomotora, puf, puf, puf...»  
(«Puf» en piamontés significa «deudas»)

15.- Nunca hay que decir « no me toca», sino « ¡Voy yo!»

16.- Mi sistema se basa en la religión, la razón y el amor

17.- A1 dar cultura y principios religiosos prevenimos a los delincuentes.

18.- Más moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de vinagre

19.- Vosotros jóvenes sois los responsables de vuestro futuro

20.- La Eucaristía y la Virgen son las dos columnas que han de sostener nuestras vidas

21.- Sed devotos del Papa, es una de nuestras principales devociones

22.- Tristeza y melancolía fuera de la casa mía

23.- Dios te ve

24.- Como padres amorosos corrijamos siempre con amabilidad

25.- Por los jóvenes hemos de estar dispuestos a soportar cualquier contratiempo y fatiga

26.- Los jóvenes no sólo deben ser amados, sino que deben notar que se les ama

27.- Amemos lo que aman los jóvenes
8.- Procurad siempre vivir en la amistad de Dios

Fuente: http://webcatolicodejavier.org/SanJuanBosco.html

sábado, 8 de agosto de 2015

Seis cosas que hacer sobre la decisión de la Suprema Corte sobre los matrimonios gay

Seis cosas que hacer sobre la decisión de la Suprema Corte sobre los matrimonios gay

Les comparto este artículo que me encontré en una publicación Cristiana Evangélica. Me gustó el enfoque en actitud, optimismo y caridad ante esta situación. Les dejo las referencias al país de EU y la iglesia Evangélica para respetar la fuente. Anoto mis comentarios respecto a perspectiva de la Iglesia Católica, favor de comentar si consideran necesario aclarar algún otro punto.
M3O
 
 
Perdimos esta. Nosotros y muchos otros presentamos el caso a nuestra cultura, que el matrimonio tradicional es el diseño bueno de Dios, que esta institución, personificada por la unión de un hombre y una mujer, conlleva al florecimiento social. Pero nuestra cultura no está convencida. Para nuestra gran desilusión, ya es ley nacional permitir otros tipos de “matrimonios”.
La tentación es irnos a nuestra esquina santa enfadados. O afirmar los talones y luchar con mayor fuerza. O maltratar a otros en nuestro enojo. O perder la esperanza. Podemos hacer algo mejor. Especialmente el tomar a pecho las Bienaventuranzas:
Regocijarnos
Por supuesto, no en la decisión, más bien “Regocijaos en el Señor siempre”, dice Pablo, “otra vez les digo regocijaos.” Y en otra parte, “Dad gracias a Dios en toda circunstancia”. Y esta paráfrasis: “Bendecido eres cuando la gente te insulta, y te persigue, o prevalece contra ti públicamente por mi causa. Regocíjate y alégrate” (Mt. 5:11).
¿Regocijarnos en qué exactamente? Tomemos nota solamente de las cosas grandes: Que Dios no se ha ido a ninguna parte. Que la muerte y la resurrección de Cristo siguen siendo el poder de salvación para todos. Que el evangelio sigue siendo esparcido. Que las puertas de la Suprema Corte y del Congreso no prevalecerán contra la iglesia de Cristo. Que no hay nada que nos pueda separar del amor de Dios en Cristo Jesús. Que el reino vendrá—y que todavía queda bastante trabajo vital por hacer en la iglesia y en la sociedad hasta este día.
Arrepentirnos
Otra tentación ahora es apuntar el dedo a las fuerzas—políticas, sociales, filosóficas, espirituales—desplegadas contra la iglesia y sus enseñanzas morales. Sin negar la realidad de “principados y potestades (Ef. 6:12), hacemos bien en ponderar esto: ¿Qué acciones y actitudes hemos abrazado que contribuyen a que nuestra cultura haga a un lado nuestra ética? Nuestra homofobia ha revelado nuestro temor y prejuicio. Inconsistencia bíblica—nuestra pasión por desenraizar los pecados sexuales al mismo tiempo que permanecemos relativamente indiferentes al racismo, la glotonería, y otros pecados—nos deja susceptibles a que se nos acuse de hipocresía. Antes de que pasemos mucho más tiempo tratando de enderezar el barrio norteamericano, quizás debamos poner en orden nuestra propia casa. Bienaventurados los pobres en espíritu quienes lloran a causa de sus propios pecados (Mt. 5:3-4).
Volvamos a pensar
Ciertamente esto significa pensar de nuevo sobre lo que haremos y no haremos, por ejemplo, cuando una pareja casada gay, quien busca acercarse más a Dios, se aparece en la iglesia y quiere involucrarse. Ni tenemos que mencionar, que les daremos la bienvenida incondicionalmente de la misma manera que lo haríamos con cualquier persona que entre por la puerta. ¿Pero de qué manera se refleja el amor en esta instancia en particular? ¿Cuánta participación permitimos antes de pedirles que adopten la ética sexual Cristiana? Mucho de esto depende de la tradición de la iglesia y sus creencias sobre el bautismo, la membresía de la iglesia, el sistema de ancianos, y demás. Pero muchas iglesias evangélicas no tienen la tradición de una denominación en la que se puedan apoyar y van a necesitar pensar sobre estos asuntos con una nueva urgencia.
 
Un asunto que demanda atención especial es el divorcio y el volverse a casar. La Biblia tiene mucho que decir sobre el matrimonio (tanto o más de lo que dice sobre la homosexualidad), y sin embargo la iglesia evangélica se ha vuelto permisiva en cuanto a honrar el voto matrimonial. Usamos la palabra gracia en una manera barata para evitar el amor enérgico de la disciplina de la iglesia. Tal inconsistencia ha sido una piedra de tropiezo mayúsculo para aquellos que están fuera de la iglesia. Eso no quiere decir que prohibimos todo divorcio, ni todo nuevo casamiento*. Lo que sí significa es que nosotros los evangélicos necesitamos llegar a un consenso sobre lo que legítimamente constituye fundamentos para el divorcio y para el nuevo casamiento, y quizás hasta crear un pacto entre nosotros que nos ayude a seguir nuestras convicciones sobre este asunto en particular.
No importa el asunto en particular, haremos bien en recordar que aquellos que tienen hambre y sed de justicia en asuntos así son bienaventurados y serán saciados (Mt. 5:6).
*Nota: La iglesia Católica recibe a los divorciados vueltos a casar, pero no permite la recepción de la Comunión.
Volvamos a involucrarnos
Se habla mucho hoy de que la iglesia norteamericana ha sido removida de un lugar privilegiado en la sociedad. Se dice que ahora vivimos “en exilio” y “a los márgenes”. Hasta cierto punto, sí, pero también existe esto:
Un joven birmano vino a nuestras oficinas hace un par de semanas. Ha estado en EE.UU. solo cinco meses. Dijo que donde vivía en Birmania, a los cristianos se les impedía construir templos y escuelas. La hostilidad política y social hacia su fe se volvió tan opresiva, que huyó de su patria a Indonesia. Allí fue encarcelado por siete meses porque no tenía documentación legal. Gracias al trabajo de World Relief, ahora se encuentra en EE.UU., luchando con un nuevo idioma y cultura, mientras trata de sostener a su familia con un trabajo con un sueldo mínimo.
Eso es exilio. Nosotros en los EE.UU. estamos muy lejos de vivir a los márgenes. Todavía vivimos en una sociedad que protege la libertad de expresión y la libertad de asamblea, que apoya la libertad religiosa, que permite que todos sus ciudadanos participen en gobernar a todos los niveles. Sin lugar a dudas, vemos retos serios a estos derechos y libertades, retos que requieren vigilancia y trabajo duro en los días venideros. Pero en este momento, estos derechos y libertades prevalecen aquí de una manera que no prevalecen en casi ningún otro lugar en el mundo. Hagamos uso de dichos derechos y libertades para el bien común—convirtiéndonos en pacificadores (Mt. 5:9) lo más que podamos mientras nos volvemos a involucrar en todos los niveles de la política.
 
Alcancemos
Ahora que ya se ha decidido el asunto del matrimonio gay, quizás encontremos una mayor oportunidad más que nunca para construir relaciones fructíferas en la comunidad LGBT que ha sido hostil a todo aquello que es Cristiano. Hasta este momento, se nos ha visto como una amenaza a su agenda política. Ahora que hemos perdido en el asunto del matrimonio gay, esa amenaza ha sido removida y puede que en un tiempo no muy lejano los veamos dispuestos a tratar con nosotros como compañeros seres humanos. Debemos dar la bienvenida a esos momentos y aún iniciar dichos momentos como oportunidades para compartir—en misericordia (Mt. 5:7)—Las buenas y bellas nuevas del evangelio como nunca antes.
Regocijémonos
Otra vez decimos con Pablo, regocijémonos. En particular, nos regocijamos por el llamamiento de Dios en este momento crítico de la historia. De la misma manera que en el siglo cuarto se le dio a la iglesia la responsabilidad de pensar sobre la naturaleza de Cristo, y que la iglesia del siglo 16 tuvo la tarea de considerar de nuevo la relación de la fe y las obras, así nosotros en nuestro tiempo somos llamados a pensar y responder a una serie de asuntos relacionados con la sexualidad humana. Lo que enseñemos y lo que hagamos en nuestro tiempo formará el pensamiento y la vida de la iglesia por generaciones venideras.
Este no es solamente el llamamiento de los líderes de la nación o de la iglesia, sino de cada hogar Cristiano. Ya sea que estemos abogando frente a los poderes políticos en los pasillos del Congreso para detener el avance del tráfico sexual o enseñando a nuestros hijos sobre el don precioso del sexo, estamos reforzando y forjando las enseñanzas de la iglesia sobre la sexualidad. Con gran responsabilidad viene gran gratitud por habérsenos encomendado una obra tan crucial.
Y es así que damos el siguiente paso en este futuro inexplorado no con ceño fruncido o con corazón nervioso sino con humildad (“bienaventurados son los humildes…”) y confianza (“… porque ellos heredarán la tierra” Mateo 5:5). Cristo sigue siendo Señor y está guiando a su iglesia. Bienaventurados son aquellos que saben esto, porque de ellos es el reino de los cielos.
 
Imagen del artículo por Mark Fischer