viernes, 17 de febrero de 2012

Algo para pensar y orar esta semana

En tiempos difíciles, es importante recordar que Dios nos tiene guardada una primavera, para nosotros y para nuestro cansado mundo. Dios lo hará todo nuevo. Más allá de nuestros sueños y esperanzas fallidas, algo maravilloso y transformador nos hará olvidar las lágrimas y dolores de la vida. ¿Tenemos alguna idea de cómo será todo esto?
Hace algunos años, un momento mágico transformó un aburrido día de la Sala de Espera de la Estación de Trenes de Antwerp. Los viajeros la recorrían, sumergidos en sus pensamientos o preocupados por sus trabajos. Unos estaban felices, otros tristes; serios o relajados. Súbitamente, una canción de la película La Novicia Rebelde (The Sound of Music) llenó la Sala. Un grupo de actores, en tenidas de calle, comenzaron a danzar, y los demás, como no podían distinguir entre los actores y los espectadores, dejan de continuar con lo suyo y se incorporan a la danza. Primeros son los niños, y los siguen los adultos con alma de niños. Algunos son sacados de sí mismos por el solo placer de hacerlo; algunos se llevan las manos a la cara, sobrecogidos; otros lloran emocionados. Poco a poco, la Sala de Espera está llena de bailarines: hay espacio para todos, ya sea bailen coordinadamente, o no. Nadie critica como usted mueve su cadera artrítica, o baila con su muleta. El círculo exterior está lleno de bolsos y abrigos que se han dejado ahí para bailar mejor. Quizá se los van a robar; pero, ¿a quién le importa? Sólo unos pocos espectadores se quedan atrás; pero incluso ellos se quedan, intrigados, y otros los invitan a unirse al baile. Los flash de las cámaras graban este momento, para poder luego recordarlo y mostrarlo a los amigos. Las risas y las lágrimas de felicidad se unen en lamentar el fin de la música.
¿Será así la inesperada llegada de la primavera de Dios a nuestro mundo, y su felicidad durará para siempre?

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