domingo, 31 de marzo de 2013

Homilía del Papa Francisco en la Vigilia de la Noche Santa de Pascua



Queridos hermanos y hermanas

1. En el Evangelio de esta noche luminosa de la Vigilia Pascual, encontramos primero a las mujeres que van al sepulcro de Jesús, con aromas para ungir su cuerpo (cf. Lc 24,1-3). Van para hacer un gesto de compasión, de afecto, de amor; un gesto tradicional hacia un ser querido difunto, como hacemos también nosotros. Habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz. Podemos imaginar sus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús les había dejado, había muerto, su historia había terminado. Ahora se volvía a la vida de antes. Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que les impulsa a ir al sepulcro. Pero, a este punto, sucede algo totalmente inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no encuentran el cuerpo del Señor. Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf. Lc 24,4). ¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo. A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Somos como los apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto, que en definitiva sólo vive en el recuerdo de la historia, como los grandes personajes del pasado. Tenemos miedo de las sorpresas de Dios; tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre.

Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.
2. Pero volvamos al Evangelio, a las mujeres, y demos un paso hacia adelante. Encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algo nuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscita interrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquí dos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24,5-6). Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro –, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en la historia de la humanidad. Jesús no ha muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive (cf. Nm 14,21-28; Dt 5,26, Jos 3,10). Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, es el «hoy» eterno de Dios. Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano. Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive.
Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.
3. Hay un último y simple elemento que quisiera subrayar del Evangelio de esta luminosa Vigilia Pascual. Las mujeres se encuentran con la novedad de Dios: Jesús ha resucitado, es el Viviente. Pero ante la tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primera reacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» – observa san Lucas –, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anuncio de la Resurrección, la reciben con fe. Y los dos hombres con vestidos resplandecientes introducen un verbo fundamental: «Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea... Y recordaron sus palabras» (Lc 24,6.8). La invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc 24,9). Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.
En esta Noche de luz, invocando la intercesión de la Virgen María, que guardaba todos estas cosas en su corazón (cf. Lc 2,19.51), pidamos al Señor que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios; que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo; que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros; que nos enseñe cada día a no buscar entre los muertos a Aquel que vive. Amén.

viernes, 29 de marzo de 2013

Viernes Santo

Día en que crucificaron a Cristo en el Calvario. Cómo rezar el Via Crucis. La Virgen de la Soledad
 
Viernes Santo
Viernes Santo
En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.

En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.

El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.

Podemos recordar leyendo el Evangelio de San Juan, capítulo 18, versículos 1-19, 42.

¿Cómo podemos vivir este día? 

Este día manda la Iglesia guardar el ayuno y la abstinencia.
Se acostumbra rezar el Vía Crucis y meditar en las Siete Palabras de Jesús en la cruz.
Se participa en la Liturgia de Adoración a la Cruz con mucho amor, respeto y devoción.
Se trata de acompañar a Jesús en su sufrimiento.
A las tres de la tarde, recordamos la crucifixión de Jesús rezando el Credo.

¿Cómo se reza un Via Crucis?

Esta costumbre viene desde finales del siglo V, cuando los cristianos en Jerusalén, se reunían por la mañana del Viernes Santo a venerar la cruz de Jesús. Volvían a reunirse al empezar la tarde para escuchar la lectura de la Pasión.

El Via Crucis es una manera de recordar la pasión de Jesús y de revivir con Él y acompañarlo en los sufrimientos que tuvo en el camino al Calvario.

Se divide en catorce estaciones que narran, paso a paso, la Pasión de Cristo desde que es condenado a muerte hasta que es colocado en el sepulcro.

El Via Crucis se reza caminando en procesión, como simbolismo del camino que tuvo que recorrer Jesús hasta el Monte Calvario. Hasta adelante, alguno de los participantes lleva una cruz grande y es el que preside la procesión. Se hacen paradas a lo largo del camino para reflexionar en cada una de las estaciones, mediante alguna lectura específica.

Si se desea, después de escuchar con atención la estación que se medita y al final de cada una, se puede rezar un Padrenuestro, mientras se camina hasta la siguiente estación. El que lleva la cruz, se la puede pasar a otra persona.

Via Crucis para jovenes

1.- Jesús es condenado a muerte

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Mi buen Jesús, te han condenado a muerte. ¿Estás triste? ¿ Estás asustado?
En tu lugar yo me sentiría así. Yo quiero quedarme junto a ti para que no te sientas sólo.
Ayúdame, Jesús, a tener fuerzas para quedarme junto a ti.

2.- Jesús es cargado con la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Jesús mío, te han cargado con la cruz. La veo muy grande y seguramente te pesa mucho. Yo quiero ayudarte.

Dios mío, ayúdame a portarme muy bien y así ayudar a Jesús, tu Hijo, para que la cruz le pese un poco menos este Viernes Santo.

3.- Jesús cae por primera vez

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Te has lastimado, mi buen Jesús, pero te vuelves a levantar. Sabes que debes seguir adelante. Yo quiero seguir contigo.
Dios mío, dame fuerzas para levantarme cuando me caiga y así seguir adelante, como lo hizo Jesús.

4.- Jesús encuentra a María.

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

María, ves pasar a tu Hijo y te duele mucho verlo así. Te duele más que a todos nosotros. Pero tú confías en Dios y Él te hace fuerte y mantiene viva tu esperanza en la resurrección.

María, déjame estar contigo acompañándote y ayúdame a parecerme cada día más a ti.

5.- Jesús es ayudado por el Cireneo

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

El Cireneo te ayuda a cargar la cruz. Yo también quiero ayudarte cada vez que te vea cansado.

Dios mío, ayúdame a ser generoso y servicial. En mi casa, en la escuela y en todo lugar para así parecerme al Cireneo y ayudar a tu Hijo a cargar la cruz.

6.- La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Una mujer se ha acercado a ti, mi buen Jesús y te ha limpiado la cara. Tú la miras con mucho amor. Así quieres que tratemos a nuestros semejantes.

Dios mío, así como la Verónica se acercó con tu Hijo, yo también quiero hacerlo con mis hermanos.

7.- Jesús cae por segunda vez

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Otra vez te has caído, mi buen Jesús. Es que el camino es muy largo y difícil. Pero nuevamente tú te has levantado. Tú sabes que es necesario levantarse y seguir adelante hasta el final.

Jesús, ayúdame a levantarme igual que tú, para poder seguir adelante en mi camino hacia ti.

8.- Jesús consuela a las santas mujeres

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Hay unas mujeres en el camino del calvario y tú te has detenido a saludarlas. Es tan grande tu corazón que las consuelas, en lugar de recibirlo. Quieres darles la esperanza de la Resurrección.

Dios mío, ayúdame a tener el corazón tan grande como el de tu Hijo Jesús, para ayudar siempre a mis hermanos.

9.- Jesús cae por tercera vez

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Una vez más, mi buen Jesús, una vez más has caído. Y una vez más te has levantado. Tú sabes que es necesario llegar hasta el final para así poder salvarnos del pecado.

Gracias, mi buen Jesús, porque te levantaste y así me salvaste. Ayúdame a mí a levantarme cada vez que me caiga.

10.- Jesús es despojado de sus vestidura

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Mi buen Jesús. Te quitan la única túnica que tienes y los soldados la juegan a los dados. Vas a morir pobre, como también naciste pobre. Pero tú nos dijiste una vez que tu Reino no es de éste mundo, y son las puertas del cielo las que quieres abrir para nosotros.

Gracias, mi buen Jesús, gracias por querer salvarme.

11.- Jesús es clavado en la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Has llegado a la parte alta del monte, mi buen Jesús. Y te clavaron en la cruz como si fueras el peor de los ladrones. Pero tú sabes perdonar a quienes lo hicieron. Y también nos perdonas nuestras faltas.

Jesús mío, también perdóname a mí. Yo te quiero mucho y no me gusta verte así.

12.- Jesús muere la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Mi buen Jesús, viniste al mundo a salvarnos y ahora lo has logrado. Con tu muerte en la cruz, con tu obediencia a tu Padre nos has abierto las puertas del cielo.

Gracias, mi buen Jesús, gracias. Ahora ayúdame para que yo me gane el Cielo.

13.- Jesús es bajado de la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

María, tu Madre, te detiene entre sus brazos. Está muy triste, pero sigue confiando en Dios. Ella sabe que este no es el final.

María, tú te convertiste en mi Madre desde la cruz. Jesús nos ha querido hacer ese regalo.Ayúdame a estar muy cerca de ti y de tu hijo toda mi vida.

14.- Jesús es colocado en el sepulcro

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Ahora todo ha terminado. La gente vuelve a su casa. Pero a nosotros nos queda la esperanza de la resurrección.

Sabemos que tú vivirás siempre. En el Cielo, en el Sagrario y también en nuestro corazón.
Ayúdame, mi buen Jesús, ayúdame a resucitar contigo cada día, y a vivir con la alegría de la resurrección.

Vía Crucis para niños

Primera estación: Jesús es condenado a muerte

Jesús mío, tu silencio me enseña a llevar las contradicciones con paciencia.
Padrenuestro.

Segunda estación: Jesús va cargado con la Cruz

Esta Cruz, ¡Jesús mío! Debiera ser mía; mis pecados te crucificaron. Padrenuestro.

Tercera estación: Jesús cae por primera vez bajo la Cruz

¡Jesús mío! Por esta primera caída, no me dejes caer en pecado mortal. Padrenuestro.

Cuarta estación: Jesús encuentra a su Madre

Que ningún afecto humano, ¡Jesús mío!, me impida seguir el camino de la cruz. Padrenuestro.

Quinta estación: Simón, el cirineo, ayuda a Jesús a llevar la cruz

Jesús, amigo mío, que yo acepte con resignación cualquier prueba que sea tu Voluntad enviarme. Padrenuestro.

Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Imprime, Jesús, tu sagrado rostro sobre mi corazón y concédeme que nunca lo borre el pecado. Padrenuestro.

Séptima estación: Jesús cae por segunda vez

Jesús mío, déjame ayudarte a levantarte, y cuando yo me caiga, me ayudas tú. Padrenuestro.

Octava estación: Jesús consuela a las santas mujeres

Mi mayor consuelo, ¡Jesús mío!, sería oírte decir: muchos pecados te son perdonados, porque has amado mucho. Padrenuestro.

Novena estación: Jesús cae por tercera vez

Jesús, cuando me sienta cansado en el camino de la vida, sé Tú mi apoyo y mi perseverancia en los trabajos. Padrenuestro.

Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

Despójame, Jesús, del afecto de las cosas terrenas y revísteme de la túnica del arrepentimiento y penitencia. Padrenuestro.

Undécima estación: Jesús es clavado en la cruz

Enséñame, amado Jesús mío, a perdonar las injurias y olvidarlas. Padrenuestro.

Duodécima estación: Jesús muere en la cruz

Ya estás en la agonía, Jesús mío, pero tu Sagrado Corazón late de amor por los pobres pecadores. Haz que te ame. Padrenuestro.

Décimo tercera estación: Jesús es bajado de la cruz

Tu cruz se ha quedado vacía y nosotros, tristes. Ayúdanos a saber esperar la alegría de la resurrección. Padrenuestro.

Décimo cuarta estación: Jesús es colocado en el sepulcro

Cuando yo, Jesús, te reciba en mi corazón en la sagrada Eucaristía, haz que halles digna morada, para Ti. Padrenuestro.

El sermón de las Siete Palabras

Esta devoción consiste en reflexionar en las últimas siete frases que pronunció Jesús en la cruz, antes de su muerte.

Primera Palabra

"Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen". (San Lucas 23, 24)

Jesús nos dejó una gran enseñanza con estas palabras, ya que a pesar de ser Dios, no se ocupó de probar su inocencia, ya que la verdad siempre prevalece. Nosotros debemos ocuparnos del juicio ante Dios y no del de los hombres. Jesús no pidió el perdón para Él porque no tenía pecado, lo pidió para quienes lo acusaron. Nosotros no somos nadie para juzgar. Dios nos ha perdonado grandes pecados, por lo que nosotros debemos perdonar a los demás. El perdonar ayuda a quitar el odio. El amor debe ganar al odio. La verdadera prueba del cristiano no consiste en cuánto ama a sus amigos, sino a sus enemigos. Perdonar a los enemigos es grandeza de alma, perdonar es prueba de amor.

Segunda Palabra

"Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso". (San Lucas 23,43)

Estas palabras nos enseñan la actitud que debemos tomar ante el dolor y el sufrimiento. La manera como reaccionemos ante el dolor depende de nuestra filosofía de vida. Dice un poeta que dos prisioneros miraron a través de los barrotes de su celda y uno vio lodo y otro vio estrellas. Estas son las actitudes que se encuentran manifestadas en los dos ladrones crucificados al lado de Jesús: uno no le dio sentido a su dolor y el otro sí lo hizo. Necesitamos espiritualizar el sufrimiento para ser mejores personas. Jesús en la cruz es una prueba de amor. El ladrón de la derecha, al ver a Jesús en la cruz comprende el valor del sufrimiento. El sufrimiento puede hacer un bien a otros y a nuestra alma. Nos acerca a Dios si le damos sentido.

Tercera Palabra

"Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre". (San Juan 19, 26-27)

La Virgen es proclamada Madre de todos los hombres.
El amor busca aligerar al que sufre y tomar sus dolores. Una madre cuando ama quiere tomar el dolor de las heridas de sus hijos. Jesús y María nos aman con un amor sin límites. María es Madre de cada uno de nosotros. En Juan estamos representados cada uno de nosotros. María es el refugio de los pecadores. Ella entiende que somos pecadores.

Cuarta Palabra

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (San Marcos 15, 34)

Es una oración, un salmo. Es el hijo que habla con el Padre.
Estas palabras nos hacen pensar en el pecado de los hombres. El pecado es la muerte del alma. La bondad es el constante rechazo al pecado. El pecado es el abandono de Dios por parte del hombre. El hombre rechazó a Dios y Jesús experimentó esto.

Quinta Palabra

"¡Tengo sed!" (San Juan 19, 28)

La sed es un signo de vida. Tiene sed de dar vida y por eso muere.
Él tenía sed por las almas de los hombres. El Pastor estaba sólo, sin sus ovejas. Durante toda su vida Jesús había buscado almas. Los dolores del cuerpo no eran nada en comparación del dolor del alma. Que el hombre despreciara su amor le dolía profundamente en su corazón. Todo hombre necesita ser feliz y no se puede ser feliz sin Dios. La sed de todo hombre es la sed del amor.

Sexta Palabra

"Todo está consumado". (San Juan 19, 30)

Todo tiene sentido: Jesús por amor nos da su vida. Jesús cumplió con la voluntad de su Padre. Su misión terminaría con su muerte. El plan estaba realizado. Nuestro plan no está aún terminado, porque todavía no hemos salvado nuestras almas. Todo lo que hagamos debe estar dirigido a este fin. El sufrimiento, los tropiezos de la vida nos recuerdan que la felicidad completa solo la podremos alcanzar en el cielo. Aprendemos a morir muriendo a nosotros mismos, a nuestro orgullo, nuestra envidia, nuestra pereza, miles de veces cada día.

Séptima Palabra

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". (San Lucas 23, 46)

Jesús muere con serenidad, con paz, su oración es de confianza en Dios. Se abandona en las manos de su Padre.
Estas palabras nos hacen pensar que debemos de cuidar nuestra alma, no sólo nuestro cuerpo. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Devolvió su espíritu a su Padre no con grito de rebelión sino con un grito triunfante. Nadie nos puede quitar nuestro espíritu. Es importante recordar cual es nuestro destino en al vida para no equivocarnos de camino a seguir. Jesús nunca perdió de vista su meta a seguir. Sacrificó todo para alcanzarla. Lo más importante en la vida es la salvación de nuestras almas.

La Virgen de la Soledad 

Bajo el título de la Virgen de la Soledad, se venera a María en muchos lugares y se celebra el viernes santo.

El Viernes Santo se acompaña a María en la experiencia de recibir en brazos a su Hijo muerto con un sentido de condolencia. Se dice que se le va a dar el pésame a la Virgen, cuya imagen se viste de negro ese día, como señal de luto.

Acompañamos a María en su dolor profundo, el dolor de una madre que pierde a su Hijo amado. Ha presenciado la muerte más atroz e injusta que se haya realizado jamás, pero al mismo tiempo le alienta una gran esperanza sostenida por la fe. María vio a su hijo abandonado por los apóstoles temerosos, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.
María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no lo comprendamos.

Es Ella quien con su compañía, su fortaleza y su fe nos da fuerza en los momentos del dolor, en los sufrimientos diarios y pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de ella y comprendamos que en el dolor, somos más parecidos a Cristo y capaces de amarlo con mayor intensidad.

La imagen de la Virgen dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos.

Se le puede cantar a la Virgen la siguiente canción:

En el sufrimiento
supiste callar,
y junto a tu hijo
enseñas a amar.
Un Viernes Santo, con gran dolor,
sufre en silencio junto al redentor;
desde esa hora, hora de cruz,
es nuestra Madre, nos la dio Jesús.

Sugerencias para vivir la fiesta:

jueves, 28 de marzo de 2013

Semana Mayor: Jueves Santo


El Jueves Santo es una especie de "profecía" de la Pascua. En el Monte de los Olivos Jesús vive, conscientemente y de manera anticipada, su Pasión y su Muerte. Este día se bendice el Santo Crisma, que se utilizará hasta el siguiente Jueves Santo. También se realiza la Misa de la Cena del Señor, en la que se recuerda la Última Cena que Jesús tuvo con sus amigos, los apóstoles. La Última Cena puede interpretarse como la instauración de la Misa

Está lleno de evocaciones hermosas, porque en ese día recordamos tres grandes acontecimientos de salvación sucedidos durante la última cena de Jesús con sus apóstoles: 

      La Institución de la Eucaristía: La institución de la Eucaristía, como alimento y bebida espiritual, como medio de unión profunda con nuestro Redentor. Desde ese día la Iglesia celebra la Eucaristía como recuerdo de Él. Se consagran las hostias para esta celebración y las que se consumirán el Viernes Santo.

      La Institución del Sacerdocio: Recordamos también la institución del sacerdocio cristiano, que sustituyó para siempre al antiguo sacerdocio de la ley de Moisés.  El Único y nuevo sacerdote es Cristo y los sacerdotes ordenados por el obispo en la Iglesia católica son solamente partícipes del sacerdocio de Cristo.  Es un sacerdote que no necesita purificarse de sus pecados antes de ofrecer el sacrificio porque no ha pecado. Él es un Sacerdote que siempre agrada a Dios porque Dios es su Padre.

      El mandamiento de amor y servicio. (Lavatorio de pies): Y recordamos finalmente la institución del mandamiento principal de Jesús que es el Amor. Ya no somos esclavos de la ley, sirviendo en el temor, somos hijos del amor y el que ama ha cumplido la ley. Nos da el ejemplo de amor al prójimo, humildad y servicio al hermano, al lavar los pies a sus discípulos.

Esta tarde, después de la celebración de la Cena del Señor se guarda el Santísimo Sacramento para la Comunión del día siguiente y se le venera en forma especial. 

martes, 19 de marzo de 2013

Homilía del Papa Francisco con la que se ha dado inicio a su pontificado.


El Papa Francisco presidió esta mañana en Roma la Misa con la que se ha dado inicio a su pontificado. En su homilía aseguró que el verdadero poder es el servicio.


A continuación el texto completo:

Queridos hermanos y hermanas,

Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mí venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud.

Saludo con afecto a los hermanos Cardenales y Obispos, a los presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos. Agradezco por su presencia a los representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como a los representantes de la comunidad judía y otras comunidades religiosas.

Dirijo un cordial saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a las delegaciones oficiales de tantos países del mundo y al Cuerpo Diplomático.

Hemos escuchado en el Evangelio que “José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer” (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la misión que Dios confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: “Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo” (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).

¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor.

Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús.

¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu.

Y José es “custodio” porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.

En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación.

Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos.

Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón.

Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres.

Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios.
Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen “Herodes” que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer.

Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos “custodios” de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro.

Pero, para “custodiar”, también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.

Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura.

Hoy, junto a la fiesta de San José, celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que comporta también un poder. Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas.

Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.

En la segunda Lectura, san Pablo habla de Abraham, que “apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza” (Rm 4,18). Apoyado en la esperanza, contra toda esperanza.

También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza.

Y, para el creyente, para nosotros los cristianos, como Abraham, como san José, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios.

Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado.


Imploro la intercesión de la Virgen María, de san José, de los Apóstoles san Pedro y san Pablo, de san Francisco, para que el Espíritu Santo acompañe mi ministerio, y a todos vosotros os digo: Orad por mí. Amen.

Vaticano, 19 Mar. 13 / 09:35 am

S.S. Francisco.

jueves, 14 de marzo de 2013

Homilía del Papa Francisco, 14 de marzo de 2013.



En la primera homilía de su pontificado, el Papa Francisco ha resumido y explicado las lecturas de la misa Pro Ecclesia (profeta Isaías, salmo 97, primera carta de Pedro y Evangelio de San Mateo) con el uso de tres verbos: caminar, edificar y confesar.

"Caminar siempre, en presencia del Señor y a la Luz del Señor", ha dicho el Pontífice. "Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la Piedra Angular que es el propio Señor". "Confesar. Si nosotros edificamos pero no confesamos a Jesucristo" no vamos adelante.

El edificar tiene que ser hecho sobre la roca firme, porque cuando "no se edifica sobre piedra, ocurre lo que ocurre con los niños en las playas", que hacen construcciones que no permanecen. "Cuando no se confiesa a Jesucristo se confiesa la mundanidad", expresó el Papa.

Entretanto, tanto en el caminar, el edificar y el confesar, debe estar presente la Cruz de Cristo. El propio Pedro que confesó a Jesucristo, dijo 'yo te sigo pero no hablemos de cruz'. Te sigo pero sin la cruz. "Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz, cuando confesamos Cristo sin la cruz, no somos discípulos del Señor, somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, (...) pero no discípulos del Señor".

"Yo querría que todos, después de estos días de gracia, tengamos el coraje de caminar en presencia del Señor, con la Cruz del Señor", convocó el Papa Francisco al final de su primera homilía, teniendo como feligresía a todos los Cardenales electores que ayer lo escogieron como sucesor de Pedro.

Gaudium Press / Saúl Castiblanco

miércoles, 13 de marzo de 2013

Su Santidad Francisco


Francisco  (en latín Franciscum PP. I), nacido Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, Argentina, 17 de diciembre de 1936), es el papa número 266 de la Iglesia católica y jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano. Resultó elegido el 13 de marzo de 2013, tras la renuncia al cargo de Benedicto XVI, por los cardenales que votaron en el cónclave, en su segundo día. Es el primer pontífice procedente del continente americano, así como el primer papa jesuita.

Anteriormente, tras la muerte del papa Juan Pablo II el 2 de abril de 2005, fue considerado uno de los candidatos a tomar el lugar del sumo pontífice,3 cargo para el cual fue elegido Joseph Ratzinger, quien adoptó el nombre papal de Benedicto XVI.

A los 21 años (en 1957) decidió convertirse en sacerdote. Ingresó en el seminario del barrio Villa Devoto, como novicio de la orden jesuita. Fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969. A partir de entonces hizo una larga carrera dentro de la orden de la cual llegó a ser «provincial» desde 1973 hasta 1979.

Fue consagrado obispo titular de Auca el 20 de mayo de 1992, para ejercer como uno de los cuatro obispos auxiliares de Buenos Aires.
Cuando la salud de su predecesor en la arquidiócesis de Buenos Aires, el arzobispo Antonio Quarracino empezó a debilitarse, Bergoglio fue designado obispo coadjutor de la misma el 3 de junio de 1997. Tomó el cargo de arzobispo de Buenos Aires el 28 de febrero de 1998.

Durante el consistorio del 21 de febrero de 2001, el papa Juan Pablo II lo nombró cardenal con el título de san Roberto Belarmino. Además se constituyó en el primado de Argentina, resultando así el superior jerárquico de la Iglesia católica de este país. Fue presidente de la Conferencia Episcopal Argentina durante dos períodos.

HABEMUS PAPAM

'Ahora el obispo y el pueblo inician el camino de fraternidad, de amor y de confianza', dice el nuevo pontífice e imparte la bendición

CIUDAD DE MÉXICO, México, mar. 13, 2013.- Miles de fieles ovacionaron este miércoles en la Plaza de San Pedro al nuevo pontífice Francisco I; en su primera aparición como jefe de la Iglesia Católica el argentino Jorge Mario Bergoglio recibió una emotiva bienvenida.
Vestido con su sotana blanca, Francisco I saludó en italiano a los fieles y dijo: "Ustedes saben que el deber del cónclave es el de darle un obispo a Roma, parece que mis hermanos cardenales han ido por él hasta el fin del mundo. Les agradezco este recibimiento. Antes que nada quisiera hacer una oración para nuestro papa emérito, Benedicto XVI", manifestó y presidió unas oraciones por el bienestar de Joseph Ratzinger.
El Papa argentino señaló que ahora el obispo y el pueblo inician el camino, "de fraternidad, de amor y de confianza entre nosotros", y pidió rezar por el mundo entero para que haya una gran fraternidad.
Pidió a los presentes una oración para que el Señor le bendiga ahora que es el nuevo obispo de Roma.
Posteriormente, el Santo Padre concedió indugencia plena a los presentes y a todos los que recibieron el mensaje a través de los diferentes medios de comunicación.
Francisco I impartió la bendición desde el balcón papal.
Poco antes, el cardenal protodiácono, el francés Jean Louis Tauran, proclamó desde el balcón de la Basílica de San Pedro la famosa frase en latín "Anuntio vobis gaudium, habemus Papam" (Os anuncio una gran alegría, tenemos Papa), con la que da a conocer el nombre del nuevo líder de mil doscientos millones de católicos.
El nuevo papa de la Iglesia Católica fue elegido este miércoles en la segunda jornada del cónclave cardenalicio.
La fumata blanca que salió de la chimenea de la Capilla Sixtina anunció al mundo que ya hay sucesor de Benedicto XVI, lo que fue acogido con una explosión de júbilo por la multitud que esperaba bajo la lluvia en la Plaza de San Pedro.

martes, 12 de marzo de 2013

Inició el Cónclave.



Al final de la octava Congregación General, la tarde del viernes 8 de marzo, el vocero de prensa de la Santa Sede, p. Federico Lombardi, informó la decisión de los cardenales de convocar el Cónclave para el martes 12 de marzo de 2013. 

A las 10 de la mañana se celebrará en la basílica de San Pedro la Santa Misa "Pro eligendo Romano Pontífice", abierta a todos los fieles. Por la tarde del mismo día los cardenales entrarán en el Cónclave.

Horarios del Cónclave.
Hoy mismo, martes, los cardenales se desplazarán a las 15.45 de la Casa de Santa Marta a la Capilla Paulina. A las 16.30 irán en procesión desde la Capilla Paulina a la Sixtina. A las 16.45 pronunciarán el juramento solemne de secreto, después del cual se pronuncia el "extra omnes" y se cierra la Sixtina. Los purpurados escucharán la meditación del cardenal Prosper Grech y después procederán a la primera votación. A las 19.00 rezarán las vísperas y a las 19.30 regresarán a la Casa de Santa Marta. A partir del 13, se trasladarán a las 7.45 de la Casa de Santa Marta hasta la Capilla Paulina, donde, a las 8.15 celebrarán la Misa para ingresar en la Capilla Sixtina a las 9.30. Allí rezarán la Hora media y procederán a la votación. A las 12-12.30 regresarán a la Casa Santa Marta y después de almorzar volverán a las 16 a la Sixtina, rezarán brevemente y reanudarán la votación hasta las 19.00 horas.

Las fumatas después de las votaciones.
Las "fumatas" se producen con la quema de las papeletas de la votación final de la mañana o de la tarde, es decir alrededor de las 12 en el primer caso y de las 19,00 en el segundo. Si la elección se produjese en una votación intermedia, la fumata saldría a mitad de la mañana o de la tarde.

Cómo se realizan las votaciones.
El director de la Oficina de Prensa ha recordado también el mecanismo de las votaciones, en el caso de que los cardenales no llegasen a la elección del pontífice en los cuatro primeros días de votación, especificando que el quinto día habrá una pausa de oración y libre coloquio de cardenales. Los escrutinios procederán del mismo modo durante los dos días siguientes, intercalando siempre una pausa para la oración, hasta llegar al undécimo día y el 34 escrutinio. En ese caso se aplica el nuevo art, 75 de la Constitución Apostólica "Universi Dominici Gregis" modificado por Benedicto XVI con el reciente "Motu Proprio" que establece que "también en estas votaciones para la validez de la elección se requiere la mayoría cualificada de al menos dos tercios de los sufragios de los Cardenales presentes y votantes. En estas votaciones los dos nombres que tienen voz pasiva carecen de voz activa". Es decir, los dos candidatos con el mayor número de votos tienen que ser votados pero no pueden votar.

Sellar las entradas al Cónclave.
El P. Lombardi ha informado sobre la constitución de la comisión encargada de sellar las entradas al cónclave, que encabeza el cardenal Camarlengo y entre cuyos miembros se encuentran el Substituto de la Secretaría de Estado, el comandante de la Guardia Suiza, miembros de la Gendarmería y notarios.

El anillo y los sellos papales.
Por último, se ha referido a la anulación del Anillo del Pescador y de otros cuatro sellos pertenecientes al pontificado de Benedicto XVI. "Se han anulado con una raya cruzada, sea el anillo que lleva el Papa, como su reproducción en forma de sello para timbrar documentos; dos timbres secos para los documentos pontificios y la matriz del sello de plomo para las bulas pontificias. El nuevo Anillo del Pescador será idéntico al precedente con la efigie del pescador y una red, pero cambiará, naturalmente, el nombre del Papa que rodea uno y otra".

En la octava Congregación General han participado un total de 153 cardenales, de ellos 115 son electores.

martes, 5 de marzo de 2013

¡¡¡Gracias Santo Padre!!!


Les compartimos el último mensaje de su Santidad Papa Emérito Benedicto XVI en la Residencia de Castel Gandolfo antes de declarar la sede vacante.

Gracias a vosotros. Queridos amigos, estoy muy contento de estar con vosotros, rodeado por la belleza de la creación y por vuestra simpatía que me hace sentir bien. Gracias por vuestra amistad, por vuestro afecto. Sabéis que para mí este día es distinto de los demás: no soy Pontífice Supremo de la Iglesia Católica; es decir, lo seré hasta las ocho de esta tarde, después ya no. Soy, simplemente, un peregrino que empieza la última etapa de su peregrinación en esta tierra. Pero quisiera todavía, con mi corazón, con mi alma, con mis oraciones, con mis reflexiones, con toda mi fuerza interior, trabajar por el bien común y el bien de la Iglesia y de la humanidad. Y me siento muy apoyado por vuestra simpatía. Vayamos adelante con el Señor, por el bien de la Iglesia y del mundo. Gracias, buenas noches a todos y ahora os imparto, de todo corazón, mi bendición”.



Y este su último tweet: “Gracias por vuestro amor y cercanía. Que experimentéis siempre la alegría de tener a Cristo como el centro de vuestra vida