miércoles, 25 de enero de 2012

Algo para reflexionar esta semana...

¡Toda la vida Cristiana trata de las relaciones personales! Los cristianos creemos que Dios no es una sola Persona, sino que tres Personas, y que ellas tienen una relación infinitamente feliz y gloriosa entre Ellos. Creemos además que los Tres desean compartir su felicidad con nosotros; todo fluye desde este deseo. Por esto, cada uno de los Sacramentos es un encuentro personal con Cristo. En cada momento importante de mi vida, Cristo está ahí, dándome la bienvenida. Él ordena todo, de modo que en mi nacimiento, adolescencia, matrimonio, enfermedad y muerte, Él puede encontrarme y enriquecerme en forma muy especial. En la Eucarística, Cristo es el anfitrión que nos acoge en su casa. La comunidad escucha su Palabra, y responde a ella de la mejor forma posible. En la Comunión, participamos, con Él, en la Hermandad de su Mesa. También el pecado se trata de relaciones. No es parecido a desobedecer el reglamento de conducción de un vehículo; sucede cuando daño el precioso tejido de las relaciones humanas y divinas. Me hago daño, daño a los demás y a Dios. El Sacramento de la Reconciliación no es sólo el confesar mis pecados, sino la restauración de buenas relaciones. “Anda, y no peques más!” Cuando llegue el fin de la historia de la humanidad, me espera una eterna celebración cósmica de buenas relaciones, nacida del júbilo extático en Dios y en todos los demás. A esto llamamos el cielo: todos y todas serán mis amigos y amigas, y yo lo seré para ellos y ellas. Incluso morir se convierte en un encuentro con un Dios que me ama, y que viene a buscarme para llevarme a casa. Si mi capacidad de amar necesita recuperarse, sucede en ese momento. Vivir la Fe Católica es vivir en relaciones que dan vida!

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