viernes, 31 de diciembre de 2010

REFLEXIÓN PARA EL FIN DEL AÑO


Es un buen momento para hacer balance del año que ha pasado y propósitos para el que comienza. Buena oportunidad para pedir perdón por lo que no hicimos, por el amor que faltó; buena ocasión para dar gracias por todos los beneficios recibidos del Señor.

La Iglesia nos recuerda que somos peregrinos. Ella misma está “presente en el mundo y, sin embargo, es peregrina”. Se dirige hacia su Señor “peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”.

Nuestra vida es también un camino lleno de tribulaciones y de “consuelos de Dios”. Tenemos una vida en el tiempo, en la cual nos encontramos ahora, y otra más allá del tiempo, en la eternidad, hacia la cual se dirige nuestra peregrinación. El tiempo de cada uno es una parte importante de la herencia recibida de Dios; es la distancia que nos separa de ese momento en el que nos presentaremos ante nuestro Señor con las manos llenas o vacías. Solo ahora, aquí, en esta vida, podemos merecer para la otra. En realidad, cada día nuestro es “un tiempo” que Dios nos regala para llenarlo de amor a Él, de caridad con quienes nos rodean, de trabajo bien hecho, de ejercitar las virtudes..., de obras agradables a sus ojos.

Son varias las ideas que enriquecen este día dentro del tiempo litúrgico navideño en que celebramos el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: Octava de Navidad, circuncisión y nombre de Jesús, maternidad divina de María, jornada mundial de la paz y comienzo del año civil. La liturgia nos presenta hoy a la Madre de Dios en esta fiesta que desde el siglo quinto fue la primera fiesta mariana de la Iglesia. Por su “SI” a la voluntad de Dios, María dio a la luz a la fuente de la gracia. Por lo tanto ella es Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Ella es símbolo de la comunidad cristiana, en donde los creyentes, encontramos a Cristo.

Reflexión. Amado Señor, te damos gracias porque nos has concedido un año más ... Te damos gracias porque podemos ver las maravillas de tu creación. Gracias porque tú eres un Dios de perdón nos comprendes, tú nos has favorecido con tantas cosas, somos bendecidos con tu amor. Gracias porque nos has mantenido libres de todo daño y peligro. Ayúdanos a empezar el año que Ésta por venir con una nueva actitud y gratitud. Déjanos hacer lo mejor que hay en cada uno de nosotros cada día para aclarar nuestra mente y nuestro corazón y que podamos aceptarte como nuestro Padre. No nos dejes quejarnos por cosas que están fuera de nuestro alcance. Y danos la mejor respuesta cuando nos falten las fuerzas. Sabemos que cuando no podemos orar, tú escuchas nuestro corazón. Continúa haciéndonos instrumentos de tu paz. Continúa bendiciéndonos para que podamos ser una bendición para otros. Mantén nuestro corazón fuerte para apoyar al débil. Danos tu espíritu para que podamos dar palabras de consuelo para otros. Te pedimos por tantos hermanos que no pueden encontrar el camino, por quienes son juzgados y calumniado, por los que no te conocen íntimamente, por los que han perdido la fe en ti, para que no les falte el pan de cada día, oramos por la paz, el amor y la felicidad en nuestros hogares, para salir de deudas y resolver nuestras necesidades; oramos por cada uno de los grupos de nuestra Comunidad Educativa Pastoral, para que no se desalienten y sepan que no hay problema, circunstancia o situación donde Dios no se haga presente para darnos su ayuda. Gracias Señor por darnos tu amor, tu auxilio y protección. Te damos gracias porque nos has dado el don de confiar y creer en ti. Creemos que Tú cambias la gente para que podamos hacer un mundo mejor. Amén.

Padre bueno, con un gran dolor por tantas fallas que tuve a lo largo de este año, como el Hijo Pródigo me pongo ante tus plantas para pedirte perdón por todo lo que te he ofendido con el pensamiento, con las palabras que lastiman, con mis malas acciones y mi falta de compromiso. Me pesa mi mala conducta y el no haber correspondido al grande amor que me tienes. Ten compasión de mí que soy un pobre pecador. Quiero hacer un examen sincero de mi consciencia para reconocer todas mis culpas y pedirte perdón.

- Perdón Señor porque me he alejado de ti, no me he interesado en escuchar tu palabra, he preferido la oscuridad a tu luz, la esclavitud del pecado a tu libertad, la tristeza del mal a la alegría de tu gracia.

- Perdón Señor por mi falta de fe, por dudar de Ti en los momentos difíciles, por sentirme desesperado y sin saber qué hacer ante los problemas de la vida.

- Perdón Señor por mi tibieza y mediocridad, por mi inconstancia e irresponsabilidad, por encerrarme en mi mismo y no mirar las necesidades de mis hermanos.

- Perdón Señor porque a veces me cuesta trabajo reconocer el valor y dignidad de mi persona y eso me causa desaliento, ansiedad, tristeza y malhumor y me ha alejado de personas que antes las quise bien y ahora las he olvidado porque guardé en mi corazón algún rencor o resentimiento en contra de ellas.

- Perdón Señor por mi soberbia, por hacerle la vida difícil a los demás, por tantas veces que entristecí el corazón de mis hermanos; por mi falta de sinceridad, por engañar fácilmente a mis amigos, por tantas mentiras, calumnias y difamaciones, por dañar la fama y el honor de mis hermanos.

- Perdón Señor por las veces que no supe aprovechar el tiempo y fácilmente me dejé llevar de la pereza, porque no fui suficientemente responsable en mis tareas, porque defraudé a mi familia y no quise corresponder a todo lo que ellos hicieron por mí.

- Perdón Señor por las veces en que no supe valorar a mis padres, mis hermanos y mis amigos, porque me faltó paciencia y comprensión, porque les hice pasar malos ratos y les cause tristeza y dolor.

- Perdón Señor por atropellar los derechos de los demás, por ser indiferente y quedarme callado ante el hermano que es explotado oprimido y maltratado.

- Perdón Señor por la falta de interés en las tareas de nuestro oratorio, por las veces que me negué a hacer un servicio en mi grupo, por negarme a unir la fe con la vida, y peor todavía por poner obstáculos a la acción de tu Santo Espíritu en mis hermanos.

- Perdón Señor por no saber vivir el compromiso de mi bautismo, por mis incoherencias y dar mal testimonio de mi fe, por no saber seguirte hasta las últimas consecuencias.

Danos, Señor, tu Espíritu Santo.
• Para que en todas partes los cristianos que formamos Tu cuerpo, la iglesia, aportemos un buen testimonio de justicia, de amor y de fe.

• Para que los que no creen en Cristo lleguen a descubrir la alegría del Evangelio.

• Para que toda persona, de cualquier lugar del mundo, pueda vivir con dignidad, con confianza, con esperanza de futuro.

• Para que la eucaristía que nos reúne todos los domingos transforme nuestro corazón y nos llene de los mismos sentimientos que tenía Jesús.

• Para que tu Santo Espíritu suscite nuevas vocaciones sacerdotales para que lleven tu mensaje de amor a todos los lugares del mundo.

• Para que, con la fuerza de tu espíritu, seamos misioneros dentro de nuestro hogar, parroquia y escuela.

• Para que tu Espíritu nos empuje y anime a visitar a los enfermos, ancianos, pobres, y a todas aquellas personas que necesitan nuestra ayuda.

Para que el poder de tu Espíritu nos ayude a seguir luchando en contra de: La pérdida de valores, la desintegración familiar, falta de comunicación con los hijos, el mal ejemplo y la falta de confianza en ti. El aumento del Alcoholismo debido al poco interés de las autoridades para combatirlo, a la excesiva propaganda de bebidas alcohólicas, y a la venta clandestina. El incremento de las enfermedades y la insuficiencia de la atención a la salud. La inseguridad pública, la impunidad y la violencia que impera en nuestra sociedad. El éxodo de tantos jóvenes que por falta de oportunidades de trabajo o estudio abandonas su tierra para buscar su sobrevivencia. Las nuevas leyes que legalizan el aborto y la eutanasia .
Te ofrecezco los frutos de este año 2010: en primer lugar los trabajos y fatigas de cada día, el quehacer cotidiano en el hogar, en el taller, en el negocio, en el trabajo manual, en la escuela ...
Bendícenos, Señor.
• ¡Dios mío!, bendice mi casa, para que sea el hogar del amor y la paz.
• Bendice, la puerta abierta como dos brazos extendidos que dan la bienvenida a mis invitados.
• Bendice, los muros que nos defienden del viento, del frío, del calor, y que son nuestros amigos en las horas que pasamos en la casa.
• Bendice, nuestra mesa, y los sitios de trabajo diario para que nos ayudes, y el lugar de reposo para que nos guardes del peligro.
• Bendice, el techo que cobija los afanes de hoy, y los sueños de mañana, y que guarda para siempre entre los vivos, la memoria sagrada de los que se han ido al cielo.
• Bendice, los sentimientos, las ternuras, el amor, los anhelos que florecerán en nuestras vidas cotidianas.
• Bendice, nuestros pensamientos para que siempre sean puros, y las palabras para que sean rectas, y que nuestros actos en la tierra nos conduzcan a TÍ.
• Bendice nuestras horas de paz y de silencio, para que fortalezcamos juntos nuestro espíritu, y este nos lleve puros hacia TÍ.
• Bendice, nuestros dolores más profundos, y nuestras alegrías porque son el corazón de la familia.


Señor, gracias por tu presencia, porque nos permitiste vivir un año más de vida. Quédate siempre con nosotros en nuestra casa, en nuestra iglesia, en nuestra ciudad, en nuestro estado, en nuestro país. Te lo pedimos por tu hijo amado.

“Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz este 2011”

sábado, 25 de diciembre de 2010

Pregón de Navidad.


Les anunciamos, hermanos, una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo;
escúchenla con corazón gozoso:

Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra
y, asignándoles un progreso continuo a través de los tiempos,
quiso que las aguas produjeran un pulular de vivientes
y pájaros que volaran sobre la tierra.

Miles y miles de años, desde el momento en que
Dios quiso que apareciera en la tierra el hombre,
hecho a su imagen y semejanza,
para que dominara las maravillas del mundo
y, al contemplar la grandeza de la creación,
alabara en todo momento al Creador.

Miles y miles de años,
durante los cuales los pensamientos del hombre,
inclinados siempre al mal,
llenaron el mundo de pecado hasta tal punto
que Dios decidió purificarlo,
con las aguas torrenciales del diluvio.

Hacía unos 2000 años que Abraham, el padre de nuestra fe,
obediente a la voz de Dios, se dirigió hacia una tierra desconocida
para dar origen al pueblo elegido.

Hacía unos 1.250 años que Moisés
hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo
a los hijos de Abraham,
para que aquel pueblo, liberado de la esclavitud del Faraón,
fuera imagen de la familia de los bautizados.

Hacía unos 1.000 años que David, un sencillo pastor
que guardaba los rebaños de su padre Jesé,
fue ungido por el profeta Samuel,
como el gran rey de Israel.

Hacía unos 700 años que Israel,
que había reincidido continuamente en las infidelidades de sus padres
y por no hacer caso de los mensajeros que Dios le enviaba,
fue deportado por los caldeos a Babilonia;
fue entonces, en medio de los sufrimientos del destierro,
cuando aprendió a esperar un Salvador
que lo librara de su esclavitud
y a desear aquel Mesías
que los profetas le habían anunciado
y que había de instaurar un nuevo orden de paz y de justicia,
de amor y de libertad.

Finalmente, durante la olimpiada 94,
el año 752 de la fundación de Roma,
el año 14 del reinado del emperador Augusto,
cuando en el mundo entero reinaba una Paz universal,
hace 2010 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada,
de María virgen, esposa de José,
de la casa y familia de David,
nació Jesús,
Dios eterno, Hijo del Eterno Padre,
y hombre verdadero,
llamado Mesías y Cristo,
que es el Salvador que los hombres esperaban.

El es la Palabra que ilumina a todo hombre,
por él fueron creadas al principio todas las cosas;
él, que es el camino, la verdad y la vida,
ha acampado, pues, entre nosotros.

Nosotros, los que creemos en él,
nos hemos reunido en esta noche santa,
o mejor dicho, Dios nos ha reunido,
para celebrar con alegría
la solemnidad de Navidad,
y proclamar nuestra fe en Cristo, Salvador del mundo.

Hermanos, alegrémonos,
hagamos fiesta y celebremos la mejor noticia
de toda la historia de la humanidad.

¡Feliz Navidad, Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!

Equipo de Oración Personal en el Espíritu Santo.