viernes, 27 de noviembre de 2015

Un 27 de noviembre

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El 27 de noviembre de 1830, a las 5 y media de la tarde, estando las novicias en oración, la Virgen Santísima se le aparece de nuevo a Catalina debajo del cuadro de San José (sitio donde está actualmente la Virgen del globo). Primero ve Catalina como dos cuadros vivientes que pasan en fundido encadenado y en los cuales la Virgen está de pie sobre medio globo terráqueo, aplastando sus pies una serpiente.
En el primer cuadro, lleva la Virgen en sus manos un pequeño globo dorado rematado por una cruz que levanta hacia el cielo. Oye Catalina:
“Esta bola representa al mundo entero, a Francia y a cada persona en particular.”
En el segundo, salen de sus manos abiertas, cuyos dedos llevan anillos de piedras preciosas, unos rayos de un brillo bellísimo. Al mismo tiempo Catalina oye una voz que dice:
“Estos rayos son el símbolo de las gracias que María consigue para los hombres.”
Después se forma un óvalo en torno a la aparición y Catalina ve como se inscribe en semicírculo una invocación, hasta entonces desconocida, escrita en letras de oro:
« Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti».Se oye entonces una voz:
« Haz, haz acuñar una medalla según este modelo. Las personas que la lleven con confianza recibirán grandes gracias ».
Después, se vuelve el cuadro y Catalina ve el reverso de la medalla: arriba, una cruz sobre la letra inicial de María, abajo, dos corazones, uno coronado de espinas, otro atravesado por una espada.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Para Encender la Corona de Adviento

El Adviento es un tiempo especial para orar y prepararnos a la venida del Señor. Proponemos un breve acto en familia para encender cada vela de la Corona de Adviento.

Todos se reúnen en torno a la mesa donde se pone la corona.
Papá o Mamá: Esperamos la venida triunfante del Señor Jesús al final de los tiempos, y el día de Navidad recordaremos su nacimiento en Belén. Nos preparamos escuchando la Palabra de Dios.

Se lee alguno de los siguientes textos de la Biblia: 1 Tesalonicenses 5, 23-24;  Romanos 13, 11-12 o Filipenses 4, 4-7.
Al finalizar la lectura todos dicen: Te alabamos, Señor.

Se enciende la primera vela.
Papá o Mamá: Pidamos a Cristo que nos ayude a estar preparados para salir a su encuentro. (Silencio).
Papá o Mamá: Que nos preocupemos más por abrir el corazón a tus enseñanzas.
Todos: Ven, Señor Jesús.
Papá o Mamá: Que podamos ayudar a los demás a conocerte mejor y a quererte de verdad.
Todos: Ven, Señor Jesús.
Papá o Mamá: Que estemos dispuestos, como tú Madre Santísima, a ser cada día más serviciales y comprensivos con los demás.
Todos: Ven, Señor Jesús.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Papá o Mamá: Dios y Padre nuestro, concédenos tu gracia mientras esperamos la venida de tu Hijo. Ayúdanos a reconocerlo en la Eucaristía, en el Evangelio y las personas que nos rodean. Te lo pedimos por él, que vive y  reina por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.

Cómo hacer un acto de Contrición antes de Confesarte

Sigue estos seis pasos:

  1. Déjate querer. Recuerda que la venida de Cristo, su vida, su Pasión, su Iglesia, sus sacramentos... todo es obra suya par que tú y yo tuviéramos su gracia y nos salváramos.
  2. ¿Cómo se dice, niño? Si piensas en todo lo que Cristo ha hecho por tu bien, la conciencia te dirá: "¿Cómo se dice, niño?"
  3. Trata de darle una explicación. La concienccia no dejará de recordarte penosas comparaciones entre lo que Cristo ha tratado de hacer por tí y las dificultades que tú le has puesto. Algún amargor de boca te vendrá. Háblale de esto a Cristo.
  4. Ya no lo vuelvo a hacer. También háblale de ésto. De que ya estás de acuerdo otra vez en obedecerlo, sobre todo en eso en que has fallado y que prometes confesar, y dile que confías en su ayuda.
  5. No confundas las cosas. No creas que por saber que tarde o temprano puedes fallar, ya por eso no estás arrepentido.
  6. Dale "siga"a un amor sincero. Ofender a Cristo ya te duele en algún grado. Ahí está lo principal. Basta con  decirle sinceramente que lo sientes.
La contrición, es decir, la pena o dolor que nos da el haber ofendido a Dios por ser él tan bueno con uno, es necesaria para tener el deseo de mejorar nuestra vida, y nos ha de mover a acercanos al sacramento de la Reconciliación.

Fuente: Misal Buena Prensa.