viernes, 30 de octubre de 2015

7 medios prácticos para formar el hábito de la presencia de Dios

A Jesús no le vemos y tocamos como a cualquier otra persona, pero por la fe sabemos que Cristo Resucitado está vivo y nos acompaña

Ahora propongo algunos medios prácticos para vivir en la presencia de Dios.
1. Cree e imagina que Jesús está junto a ti.
A Jesús no le vemos y tocamos como a cualquier otra persona, pero por la fe sabemos que Cristo Resucitado está vivo y nos acompaña en el camino de la vida. Como el ciego percibe la presencia de otra persona a su lado, así, por la fe, siento y estoy seguro de la presencia de Dios junto a mí. Yo sé que Él me escucha. Creo que siempre lo he tenido a mi lado y dentro de mí, y que ahora mismo está aquí. Puedo “llevarlo conmigo” a todas partes, conversar familiarmente con Él, pedirle luz y fuerza, disfrutar de su compañía.
Una de las oraciones más bellas que conocemos y que celebran esta presencia omnipresente de Dios es el Salmo 139:
“Señor, tú me examinas y conoces,
sabes si me siento o me levanto, tú conoces de lejos lo que pienso.
Ya esté caminando o en la cama me escudriñas, eres testigo de todos mis pasos.
Aún no está en mi lengua la palabra cuando ya tú, Señor, la conoces entera.
Me aprietas por detrás y por delante y colocas tu mano sobre mí.
Me supera ese prodigio de saber, son alturas que no puedo alcanzar.
¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde huiré lejos de tu rostro?
Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí también estás.
Si le pido las alas a la Aurora para irme a la otra orilla del mar,
también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha.
Si digo entonces: “¡Que me oculten, al menos, las tinieblas y la luz se haga noche sobre mí!”
Mas para ti ni son oscuras las tinieblas y la noche es luminosa como el día.
Pues eres tú quien formó mis riñones, quien me tejió en el seno de mi madre.
Te doy gracias por tantas maravillas, admirables son tus obras y mi alma bien lo sabe.
Mis huesos no te estaban ocultos cuando yo era formado en el secreto, o bordado en lo profundo de la tierra.
Tus ojos veían todos mis días, todos ya estaban escritos en tu libro y contados antes que existiera uno de ellos.”
2. Mira con miradas de fe:
Aplicando una mirada de fe, todo es transparencia de Dios; todo: cosas, acontecimientos y personas. Dios está en toda la creación porque le da la existencia y porque la conserva. Las criaturas tienen los rasgos de su autor y podemos descubrir en ellas los atributos, las cualidades esenciales, de Quien las hizo. En las personas podemos reconocer a Dios porque las creó a su imagen y semejanza y porque la gracia santificante corre por sus venas.
Dios está allí, quiere revelarse, darse a conocer a nosotros, depende de cada uno abrir los ojos con una mirada de fe y reconocerle. Lo contrario sería una especie de ceguera o miopía.
3. Haz un examen diario lleno de gratitud:
Dios Providente está presente en la historia y en tu historia personal, la de cada día; que no te pase desapercibido.
Dios suele manifestarse a través de actos y palabras de otras personas, de gracias actuales que el Espíritu Santo te regale, de dones que recibas, de oportunidades para crecer, de los Sacramentos, etc. No tienen que ser grandes acontecimientos, Dios nos ofrece los dones de Su amor de manera bastante sencilla. Es cuestión de estar atento para captar su intervención Providente, ser receptivo, ser humilde, atribuirle el mérito, bendecirlo y darle las gracias.
Si todos los días, al final de la jornada, te reservas un tiempo para descubrir el modo en que Dios se hizo presente en tu vida y para darle las gracias, estarás aplicando un medio de gran eficacia para formar el hábito de la presencia de Dios.
4. Echa mano de jaculatorias:
San Pedro de Alcántara, en su tratado de la oración y meditación, dice que las jaculatorias “ayudan para la memoria continua de Dios y el andar siempre en su presencia”.
Las jaculatorias son oraciones breves, en forma de frases sencillas, que dirigimos a Dios en medio de las actividades cotidianas, poniendo toda la fuerza de nuestra fe y todo el afecto de nuestro corazón al pronunciarlas.
Algunos ejemplos:
“Señor, tú lo sabes todo, tú bien sabes que te amo”
“El Señor es mi Pastor, nada me falta”
“Estoy en tus manos. Hágase tu voluntad”
“Tú eres mi Roca y mi salvación”
“Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”
“Espíritu Santo, ilumíname”
“Señor, que vea”
“Señor, aumenta mi fe”
“Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros”
“María, soy todo tuyo”
“Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”
“Señor mío y Dios mío”
“Señor, ten misericordia de mí”
5. Haz visitas eucarísticas y comuniones espirituales:
Si hablamos de la presencia de Dios, ¿qué mayor presencia que la de la Eucaristía? Cristo Eucaristía: la presencia fiel y cercana. Si hay una capilla en tu universidad, o cerca de tu trabajo o de tu casa, puedes ir a visitar a Cristo Eucaristía una vez al día. Tal vez pases, o puedas pasar, todos los días frente a una Iglesia y quieras formar el hábito de detenerte a saludarlo unos minutos. Lo mismo que haces con tu novia, con tu esposa o con tus padres. Es una forma de mantener fresco el amor.
También, hay ocasiones en que quisieras recibir la Eucaristía y no te es posible; entonces puedes hacer una comunión de deseo donde quiera que te encuentres. Consiste en hacer una pausa y manifestar a Jesucristo el deseo de recibirle en el Sacramento de la Eucaristía y pedirle la gracia de recibirlo espiritualmente.
Puedes imaginarte junto a Jesús en la última cena, recostarte espiritualmente sobre su pecho y decirle con tus propias palabras lo mucho que deseas recibirle. También puedes usar fórmulas como la de San Alfonso María de Ligorio:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven a lo menos espiritualmente a mi corazón.
(Guarda silencio y expresa a Jesús el amor que le tienes)
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a ti.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.
6. Reza cuando realices tus actividades habituales:
Ayuda mucho para avivar la presencia de Dios adquirir el hábito de rezar antes de tus actividades habituales. Comes tres veces al día, puedes bendecir los alimentos antes de comer. Cuando sales de casa, puedes pedir la protección de Dios. Cuando vas a iniciar tu jornada laboral, puedes hacer la señal de la cruz. Cuando regresas todos los días a casa, puedes besar una Biblia, un crucifijo o una imagen de la Virgen María que coloques a la entrada.
7. Enciende una veladora o lleva un crucifijo en tu bolsillo.
La llama de una veladora puede recordarte a Cristo Resucitado (como el cirio pascual) y Su presencia en tu corazón. Puedes tener un cirio en tu escritorio, en el taller, en la cocina, o en donde pases tiempos largos todos los días, y encenderlo ocasionalmente. El cirio encendido puede ayudarte a evocar la presencia de Cristo Resucitado a tu lado y dentro de ti.
Y hay otros medios prácticos que cada uno puede ir encontrando, como un amigo que desde hace tiempo tiene el hábito de llevar un crucifijo en el bolsillo de su pantalón: varias veces durante la jornada, mete la mano en la bolsa, aprieta fuerte el crucifijo y le dirige una palabra a Jesús.

Padre Evaristo Sada, L.C. La-Oracion.com
 
Artículo publicado por : pildorasdefe.net

jueves, 8 de octubre de 2015

10 Consejos para Crecer en la Vida de Oración

La oración es clave para la salvación. San Agustín dice que el que reza bien vive bien; el que vive bien muere bien; y para el que muere bien todo está bien.

San Alfonso reitera el mismo principio: “El que ora mucho, será salvado; el que no reza será condenado; El que ora poco pone en peligro su salvación eterna”. El mismo santo afirmó que no hay ni personas fuertes ni débiles en el mundo, solo personas que saben cómo orar y otras que no lo hacen. En otras palabras, la oración es nuestra fuerza en todo tiempo y lugar.
Nos gustaría ofrecer diez palabras de aliento para ayudarnos en el camino hacia el cielo a través del esfuerzo de crecer en nuestra vida de oración.

1. Tener Convicción y Determinación.
No hay ninguna persona de éxito en este mundo en cualquier empresa que no estuviese animado por una firme determinación para lograr su objetivo. Súper atletas, músicos consumados, profesores expertos y escritores famosos no llegaron a la perfección por desearlo y pensarlo, sino por una firme y tenaz determinación para alcanzar sus metas contra viento y marea.
Por esa razón, la doctora de la oración, Santa Teresa de Ávila, declaró: “Debemos tener una determinación decidida a nunca darnos por vencidos con la oración”.
Si realmente creemos en lo más profundo de nuestro corazón los tesoros de valor incalculable que se derivan de la oración, haríamos un objetivo importante en nuestra vida crecer constantemente en la oración.

2. Tener al Espíritu Santo como Maestro.
San Pablo nos dice que en realidad no sabemos pedir como conviene, sino que es el Espíritu Santo quien intercede por nosotros y nos enseña a decir “Abba” Padre. El Espíritu Santo es nuestro Maestro Interior. Con María, los Apóstoles pasaron nueve días y noches orando y ayunando y fueron empapados con el poder que viene de lo alto, del Espíritu Santo.
Antes de comenzar cualquier período de oración formal, por qué no invocar la Persona del Espíritu Santo para ayudarte en tu debilidad. Durante el curso de su período de oración por qué no pedir la presencia del Espíritu Santo que ilumine tu mente y encienda tu corazón. Él está más cerca de ti de lo que eres consciente. Si estás en estado de gracia, Él reside en tu corazón.

3. Dedicar tiempo, espacio, buena voluntad y silencio.
Como cualquier arte se aprende con la práctica, esto también aplica a la oración. Para aprender a orar, debemos tener un tiempo determinado, un buen lugar, buena voluntad de nuestra parte y silencio. El sabio refrán de que “La práctica hace al maestro”, aplica tanto en el deporte como en la oración.

4. Hacer Penitencia.
Puede que nuestra oración se haya vuelto insípida, aburrida, sin vida, anémica y estancada por muchas razones. Una posible razón podría ser una vida de sensualidad, permisividad, gula, o simplemente vivir más según la carne que según el espíritu. Como nos recuerda san Pablo, la carne y el espíritu están en oposición mutua.
Jesús pasó cuarenta días y noches orando y ayunando. Los Apóstoles pasaron nueve días y noches orando y ayunando. No podemos avanzar en una vida mística seria dirigida por el espíritu si no hemos pasado por la vida ascética de sacrificio, mortificación y penitencia.
Un pájaro necesita dos alas para volar; lo mismo ocurre con un seguidor de Cristo. Para volar alto en la vida mística las dos alas son la oración y la penitencia.
Si no tienes formación en la vida penitencial, consulta a un buen director espiritual y comienza con pequeños actos de penitencia para acumular fuerza de voluntad con el fin de realizar actos más heroicos de penitencia. Si nunca has corrido, empieza con una cuadra y luego alcanza una milla.

5. Buscar Dirección Espiritual.
Los atletas necesitan entrenadores; los estudiantes necesitan profesores; los profesores necesitan mentores para aprender el arte. Igualmente importante, los guerreros de la oración deben tener algún tipo de orientación y esto se llama dirección espiritual.
San Ignacio de Loyola insistió en la vida espiritual como un camino de acompañamiento. Santa Teresa de Ávila tuvo varios santos dirigiéndola en su largo y doloroso camino hacia la perfección: san Juan de la Cruz, san Pedro de Alcántara y san Francisco de Borja.
Hay muchos obstáculos en el camino espiritual, sobre todo cuando uno persigue una vida profunda de oración; por eso tener un director espiritual capacitado que conoce las trampas del demonio, los obstáculos y peligros que siempre están presentes, puede ayudarnos a crecer de manera constante en santidad a través de una vida de oración más profunda y auténtica.

6. Acompañar la oración con la acción.
Santa Teresa de Ávila señala que el crecimiento auténtico en la oración se demuestra por el crecimiento en la santidad y que éste significa la práctica de la virtud. Jesús dijo que conocemos el árbol por los frutos. Del mismo modo una auténtica vida de oración alcanza su plenitud progresiva en la práctica de las virtudes: fe, esperanza, caridad, pureza, bondad, servicio, humildad y un amor constante por el prójimo y la salvación de su alma inmortal.
La Virgen es modelo en todo momento, pero sobre todo en la íntima conexión entre la contemplación en la acción. En la Anunciación admiramos a María absorta en la oración; a continuación, en el siguiente misterio (en la Visitación) vemos cómo sigue la inspiración del Espíritu Santo para ir a servir a su prima en una misión de amor. En verdad podemos llamar a María una verdadera “contemplativa en acción”. Como María, estamos llamados a ser “contemplativos en acción”.

7. Estudiar y leer acerca de la oración.
Santa Teresa de Ávila no permitía en el convento de las Carmelitas a las mujeres que no sabían leer. ¿Por qué? La razón simple es que ella sabía lo mucho que podían aprender sobre muchos temas, pero sobre todo de la oración, a través de una lectura espiritual sólida.
¡Encuentra buena literatura sobre la oración y léela! Cuántas ideas útiles vienen a través de una buena lectura espiritual. Una sugerencia: lee la parte 4 del Catecismo de la Iglesia Católica. Esta es una obra maestra espiritual sobre la oración.

8. Participar en retiros.
Una manera muy apropiada para ir realmente profundo en la oración es apartar un tiempo para un período prolongado de oración; esto lo llamamos un retiro espiritual. Uno de los estilos más eficaces de retiros son los retiros ignacianos. Podría durar un mes entero, u ocho días, o incluso un retiro de fin de semana puede resultar muy valioso.
Jesús, al ver los Apóstoles abrumados con el trabajo, los exhortó: “Vengan aparte por un tiempo y descansen…”. Este descanso que Jesús mencionó clásicamente se ha interpretado como un llamado al retiro espiritual. Mira tu calendario del año y aparta algún tiempo. Períodos más largos de tiempo para la oración permiten una mayor profundidad en la oración.

9. Acudir a la confesión.
A veces la oración resulta extremadamente difícil debido a que tenemos la conciencia sucia por el pecado. Jesús dijo: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios” (Mt 5,8) Después de una buena confesión, en la que la Preciosa Sangre de Jesús lava nuestra alma y limpia nuestra conciencia, los ojos del alma puede ver y contemplar el rostro de Dios con mayor claridad.

10. Contar con el apoyo de la Virgen María
Así como hemos mencionado la importancia de que el Espíritu Santo esté con nosotros como nuestro Maestro Interior, así también constantemente debemos pedir a María que ruegue por nosotros e invitarla a orar con nosotros cada vez que dedicamos tiempo y esfuerzo a la oración. Ella nunca nos fallará.

De la misma manera en Jesús convirtió el agua en vino en Caná por intercesión de María, ella puede ayudarnos a convertir nuestra oración insípida y sin sabor en el vino dulce de la devoción. ¡María nunca te fallará! Acude a ella.

Fuente: Catholic Exchange. Autor: Fr. Ed Broom
Traducción al español, modificaciones y adaptación de PildorasdeFe.net

jueves, 1 de octubre de 2015

Santa Teresita de Lisiux

Hoy recordamos a Santa Teresita de Lisieux. En ella podemos reconocer la generosa ternura que puede infundir el Espíritu Santo en nuestras vidas. Ella vivió y creció con una bella conciencia de ser inmensamente amada por Jesucristo. Por eso desde niña ansiaba consagrarse a Dios en la clausura; entonces se hizo carmelita. Pero su amor a Jesús no era sólo un deseo de vivir tranquila, abrazada por el señor. Porque el Espíritu Santo le hizo ver con claridad que quien ama a Jesús se identifica con su deseo, empieza a desear lo que Jesús desea. Por lo tanto, su pasión era ser un instrumento de Jesús para hacer el bien.

Teresita no sentía un gran atractivo por la tranquilidad del cielo. Mas bien le interesaba que en el cielo podría estar más cerca de Jesús para que su oración fuera mas eficaz y pudiera interceder por nosotros con más fuerza. Eso se expresaba en su promesa de que después de su muerte haría caer una lluvia de rosas. Pero lo que más se destaca en su vida es la infancia espiritual. No se trata de un infantilismo débil o romántico, sino de una actitud valiente y grandiosa: renunciar a la miserable tentación de creernos dioses todopoderosos, de sentirnos el centro del universo o de pensar que somos más que los demás. Hacerse como niños es confiar sin reservas en el amor de Dios, y así no necesitar más dominar a los demás, aprovecharse de ellos o buscar con desesperación sus elogios y reconocimientos. Teresita vivió a fondo esa actitud gracias a la obra transformadora del Espíritu Santo. El Evangelio nons invita a recuperar la actitud de humilde confianza que caracteriza a los niños; el reino de Dios debe ser recibido con esa confianza, propia del que sabe que solo no puede. Así como un niño que en los momentos de temor reclama sinceramente la presencia de su Padre, el corazón tocado por el Espíritu Santo ha renunciado a su autonomía, sabe que necesita de su poder, que sin él no tiene fuerza ni seguridad, que en él está la única verdadera fortaleza.
Que Santa Teresita de Jesús y de la Santa Faz derrame sus pétalos de bendiciones sobre todos nosotros.

Fuente: 5 minutos del Espíritu Santo