sábado, 18 de octubre de 2008

Honesta con Dios


He aprendido que puedo entregarle hasta mis dudas y desconfianza
por Camerin Courtney

Fue una de esas oraciones en las que lloras.
Pasó hace ya rato. Estaba acostada en mi cama antes de dormirme - ese espacio y tiempo cuando reflexiono sobre mi día con Dios. Repasando mis éxitos y fracasos, esperanzas y dolores. Pidiendo perdón, ayuda y esperanza en un mundo a veces muy cínico.

Ese día me sentí vulnerable. Había un nuevo galán en el panorama. Habíamos salido una vez o dos. Y estaba intrigada. Para mí, el interés por alguien no viene tanto como una fuerte atracción física o una química perfecta entre los dos, más bien como una cierta curiosidad por descubrir algunos detalles sobre una persona y después querer saber más. Llegar hasta el fondo de su historia.El problema es que no tenía la menor idea de qué estaba pensando él. A medida que mi interés se hacía más grande y mis sentimientos crecían, también aumentaba la probabilidad de salir lastimada si él no estaba interesado o si nosotros dos no éramos una buena combinación después de todo. Con cada correo electrónico, llamada o salida a cenar volaba cada vez más alto y el ver hacia abajo me hizo darme cuenta de que tenía muchas probabilidades de caer.
El "ver hacia abajo" no es tanto por pesimismo sino por experiencia. Es solo que a este punto de mi vida como mujer soltera que nunca se ha casado, todas mis relaciones románticas han terminado.

Como una hija de Dios, sé que no estoy condenada a soportar lo que sea y esperar lo mejor. Sé que tengo un Salvador y un Redentor que se preocupa por mí. Así que, acostada allí observando el techo, le pedí a Dios que cuidara mi corazón. "No digo que él tiene que ser el 'definitivo', Dios. Pero ¿podrías por favor protegerme de salir lastimada?"
Tan pronto como la oración salió de mi boca, la sentí tan hueca como si las palabras rebotaran en el techo y cayeran agrupadas en un montoncito en el piso. Al contemplar esta imagen, sentí poco a poco cómo la duda y el enojo empezaban a acumularse en mi interior. Me sorprendí por sentirme así.
Intenté permanecer en el momento, para ver qué salía a la superficie en esta rara mezcla de emociones. Después de un momento se me vinieron las palabras: "¿Sabes? La última vez que dije una oración como esta, salí bastante lastimada. Ese corazón roto del que te pedí que me protegieras, esa decepción específicamente que te dije que no quería, fue exactamente lo que pasó. Así que decirte esta oración otra vez parece inútil. Tú no cuidaste mi corazón aquella vez, por qué pensar que ahora sí lo vas a hacer? " En silencio, mis lágrimas dieron a entender el dolor que todavía sentía.
Las palabras se quedaron en el aire. Me pregunto si asustaron a Dios tanto como a mí. No me había dado cuenta de que todavía estaba enojada respecto al final de esa relación anterior. Tampoco me había dado cuenta de que mi enojo se había vuelto hacia Dios.
No me había dado cuenta de lo que sentía hasta que las palabras salieron: "Sé que eres confiable, pero en este momento no te siento como si lo fueras".

Seguro, ya sé que Dios no es como Santa Claus, que le concede todos sus deseos a los niños que se portan bien. Pero tampoco es como si hubiera pedido un pony o sacarme la lotería. Le había pedido a Dios humildemente que no hicieran pedacitos mi corazón. Seguro que eso concuerda con la voluntad de un Dios amoroso.

Y ya sé también que todas las relaciones tienen un riesgo - que las mejores cosas en la vida llevan un riesgo, que se necesita coraje, esfuerzo y confianza. Y estoy más que convencida de que no soy la única cristiana que ha sentido esta decepción. Muchos le han pedido a Dios en oración que salve un matrimonio, sane a un niño, consiga un trabajo - y aparentemente no recibió ninguna respuesta. "¿Dónde estabas, Dios?" le preguntamos enojados o decepcionados.Porque aunque sabemos que seguir a Cristo no nos protege del dolor, las decepciones y las pérdidas de todas maneras nos son muy difíciles. Especialmente cuando le hemos pedido a Dios en forma específica que nos proteja de ellas.

Mientras estoy aquí acostada con estas viejas heridas y nuevos descubrimientos, también me doy cuenta de que aunque me faltó confianza, no me faltó fe. De hecho, fue mi fe en el poder de Dios para cambiar las cosas lo que hizo que me decepcionara.
Así que mientras mi enojo y mis dudas salían a la superficie, no pude pensar en algún otro lugar donde ponerlos. Los amigos, ir de compras, el ejercicio y mucho chocolate solamente me iban a dar alivio temporal, pero ninguno de ellos tiene poder para cambiar nada, incluyéndome a mí y mis actitudes. Decidí apoyarme en mi fe débil.
Pensé en el Salmo 139:7-10: "¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú; si me tiendo en el Abismo, estás presente. Si tomara las alas de la aurora y fuera a habitar en los confines del mar, también allí me llevaría tu mano y me sostendría tu derecha". No necesariamente protegida, pero guiada y sostenida en su derecha.
A la luz de estos versículos, entregué mi enojo, decepción y desconfianza a Dios, sabiendo que es lo suficientemente grande para manejarlos. "Tú eres todo lo que tengo", dije en voz alta. "Sé en lo mas profundo de mí que no hay nadie más que Tú. Así que aquí estoy, con todo y mi enojo y mis dudas. Sé que no hay garantía de que las cosas van a ser diferentes esta vez, pero de todas maneras te lo pido. Por favor protege mi corazón. Por favor enséñame lo que se supone tengo que aprender en todo esto. Por favor que se haga tu voluntad". Y en una oración inspirada por Marcos 9:24 dije: "yo creo en tí, ayuda mi incredulidad".

Estas oraciones no rebotaron en el techo. Las sentí como si flotaran y subieran, y sentí algo así como alivio al decirlas. Y sentí paz, como una cobija muy delgada, cayendo sobre mí.Así que me sequé las lágrimas y me di la vuelta. Y finalmente me quedé dormida.

Publicado originalmente en blog.todayschristianwoman.com

1 comentario:

Equipo de Oración Personal dijo...

Gua! Parece que se lo dicte a alguien. Gracias Dios por estar y enseñarme a cada momento, que para los que aman a Dios todas las cosas le son para bien. Gracias Martha por publicar.

B. G.