viernes, 22 de abril de 2011

Lo que Jesús está muriendo por enseñarte

Una guía para Vivir la Semana Santa

Su historia ha sido llamada "La más grande historia jamás contada". Su poesía ha sido inmortalizada en películas y obras de teatro como  Jesucristo Superestrella o La Pasión. El gran final de la Semana Santa empieza de la manera mas sencilla- amigos sentados alrededor de una mesa compartiendo la comida - pero su significado va mucho más allá: de todas las cosas que sucedieron en La Última Cena, debe quedar claro con gran fuerza: Dios creyó que vale la pena morir por nosotros. Es algo que nos llena de humildad y desconcierto, cómo Dios sabiendo bien quienes somos, todavía considere que valgamos tanto así.
Veamos conclusión dramática de la Semana Santa en tres actos:




Jueves Santo
Nos necesitamos los unos a los otros  
Al oscurecer en Jerusalén, Jesús lucha con la oscuridad que se le acumula en el corazón: sabe que es un hombre condenado a muerte cuyos días están contados. Sus enemigos finalmente lo atraparon. Siendo consciente que esa sería la última noche que estarían juntos, Jesus quiere que la cena de Pascua sea una comida que nunca olviden.
Antes de la cena Jesús hace algo inesperado. Toma una toalla,  se la enreda en la cintura y lava los pies de sus discípulos para recordarles el ser siervos. Después les da un pedazo de pan y el cáliz de Pascua, enseñando la lección de sus vidas y finalmente de sus muertes: que Él ha derramado su espíritu y sacrificado su cuerpo para la construcción del Reino de Dios. Deben permanecer unidos y continuar la obra que Él les ha enseñado, les dice,  alimentándose al celebrar una comida como esa todos juntos, en la que Él estará siempre con ellos.
Durante La Última Cena, Jesús nos dio las palabras y rituales de la Eucaristía, diciendo: "Hagan esto en memoria mía". La Eucaristía es el centro de la la liturgia del Jueves Santo, celebrado entre el lavatorio de pies y la adoración del Santísimo Sacramento. Camo católicos asistimos a la ligrugia del Jueves Santo no solamente porque Jesús nos haya pedido que lo recordáramos en la Eucaristía, sino porque Comunión significa "que no vamos a Cristo solos, sino con y a través de los demás", tal como escribe John Rempel en su obra "Comunión como un Cuerpo Reunido".
Considera como prioridad asistir al Servicio del Jueves Santo todos juntos  - recordando que también pertenecemos a una familia parroquial. Date tiempo para quedarte después a la adoración del Santísimo Sacramento ya sea en tu propia parroquia o haz una peregrinación después de la Misa a otras parroquias para unirte a ellas en su vigilia de adoración. Como familia, concéntrate en la comida que vayan a compartir en casa durante el Jueves Santo. Empieza con una oración y considera el compartir una sola pieza de pan para representar el alimento de la unidad y el amor. Y así como Jesús nos llamó a recordar, esta noche hazla también una noche de recuerdos. Tal vez compartir historias de problemas superados que los unió más, o recordar a un ser querido, especialmente si estuvimos con ellos en los últimos momentos antes de su muerte.

Viernes Santo
Necesitamos aprender a perdonar y ser misericordiosos
La cruz que Jesús lleva es al mismo tiempo un instrumento de tortura y un escándalo.  Es la silla eléctrica de su tiempo, reservada por los Romanos para los miserables y criminales que morían de manera lenta y pública como un ejemplo para otros. Jesús es "como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante sus esquiladores", escuchamos el Viernes Santo.
En el Gólgota los soldados lo desnudad y lo crucifican. Antes de exhalar su último aliento, Jesús dice: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", y, de acuerdo a la versión del Evangelio de Juan, "Todo está cumplido".
Todo en la celebración del Viernes Santo  sugiere sobriedad y sencillez, para demostrar el respeto apropiado por la muerte de Nuestro Señor y Salvador. La iglesia pide que todos los adultos ayunen. El hambre que sentimos se supone que nos debe recordar el sufrimiento que Jesús soportó por nosotros y nos ayuda a enfocarnos en el significado del día. La Liturgia del Viernes Santo, también es sobria y sencilla. El centro de la celebración es la lectura de la Pasión seguida por la veneración de la cruz, donde se invita a todos a acercarse y hacer un signo  - una reverencia, un beso, una caricia - de veneración a la cruz. No se celebra misa, pero se da la Comunión desde un altar sin adornos.
Si tienes niños demasiado pequeños para la liturgia del Viernes Santo, busca una oportunidad para caminar juntos las Estaciones del Viacrucis. También es apropiado involucrarlos en actos de servicio este día. En casa, únete a la sobriedad del día absteniéndote de ver televisión o hablar por teléfono, mas bien hazlo un día tranquilo para leer, reflexionar o revivir la Pasión de Cristo escuchando música que te ayude a orar o meditar.

 

Pascua
Para Dios nada es imposible
Los seguidores de Jesús actuales viven la historia de Pascua ya conociendo el final. Podemos decir honestamente: " Esperamos con alegría la venida de Nuestro Señor Jesucristo", tal como dice en la oración eucarística. No fué así con los primeros discípulos. El día de Pascua amaneció con una tumba vacía, seguido por la huida, temor, incredulidad o la inhabilidad para reconocer al Señor resucitado.
La Vigilia Pascual nos da una idea de lo que creemos sucedió esa noche antes de que Jesús se levantara triunfante del sepulcro. Acompañados por una gran fogata - el Fuego Nuevo con el que se enciende el Cirio Pascual del nuevo año - nos reunimos en un templo en la oscuridad, emocionados de escuchar el Pregón Pascual, que solamente se canta esta noche: "¡Alégrense,  poderes celestiales! ¡que canten todos los coros de los ángeles! Exulte toda la creación alrededor del trono de Dios!" hasta llegar al corazón del antiguo himno: "Esta  es la noche, cuando la columna de fuego destruyó la oscuridad del pecado... esta es la noche cuando Jesús rompió las cadenas de la muerte y se levantó triunfante del sepulcro". Esta es la noche en la que, de acuerdo al Credo de los Apóstoles, creemos que Jesús "descendió a los infiernos"  para romper los lazos de la muerte y ganarnos una vida eterna.
La Vigilia Pascual del Sábado de Gloria se considera la mayor joya en el año litúrgico de la iglesia. Su riqueza, tradición y poesía son una buena medicina. Escuchamos muchas lecturas del Antiguo Testamento que siguen el camino de la fidelidad de Dios y su misericordia a través de las épocas. Recibimos a los catecúmenos en la iglesia cuando celebran su sacramento de iniciación. Renovamos nuestras promesas bautismales y nos rocían de agua bendita. Cantamos triunfantes el Aleluya.
La Liturgia del Domingo de Pascua es igualmente hermosa en su sencillez. Fuera de la iglesia, mantén la atención en el significado real de la Pascua mas allá de las vacaciones y la playa: Dios nos ama tanto que nos da la promesa de una nueva vida, algo que sería muy tonto que no celebráramos. Como parte de la celebración familiar, comparte historias de las maravillas que Dios ha hecho por ti- esas veces cuando sentiste que te ibas a volver loco de tanta alegría- como el día que descubriste que estabas embarazada, el día que conociste a tu mejor amigo, cómo fue enamorarse, pasear en bicicleta por primera vez o ver un hermoso atardecer en la playa. Incluye momentos cuando la victoria emergió de situaciones de fracaso. Alienta a tus hijos a que hagan lo mismo.
Una vez que termina la Cuaresma, recuerda las sorpresas que trae. Reflexiona sobre las palabras de Lawerence Wood en su obra "Un ciento de toneladas de hielo": "La Pascua se trata de sorpresas. Jesús no regresó como un ángel. No regresó con alas. No regresó como un águila, o una paloma, o un león o un dios de 20 metros de alto. Regresó como Él mismo - como un hombre ordinario- porque ese es precisamente el punto de la Encarnación".



Tomado de publicación familiar  At Home with Our Faith, de Mary Lynn Hendrickson. Publicaciones Claretianas 2008.
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