jueves, 18 de julio de 2013

Marta y María


XVI DOMINGO ORDINARIO Lc 10,38-42


Para comprender la Palabra

Camino a Jerusalén Jesús visita la casa de Marta y María. No se dice quiénes son, ni en dónde viven. El texto está construido a partir del contraste existente entre las personalidades de las dos hermanas que reciben a Jesús en su casa: María, que sentada a los pies de Jesús escucha su palabra, y Marta, preocupada por el trabajo de la casa a fin de ofrecer una digna acogida al Maestro. Las dos actitudes son muy loables. Se trata de señalar prioridades y la prioridad, en la fe cristiana, pertenece a la escucha de la Palabra de Dios. La vida cristiana es esfuerzo, pero también es – e incluso  prioritariamente- recepción, acogida.
Estar sentado “a los pies” es una expresión bíblica que designa al discípulo que, en modo atento y diligente, sigue las enseñanzas de un maestro (2Re 4, 37; Hech 22, 3). María es presentada como discípula de Jesús. El verbo griego en imperfecto indica que la acción de María no es pasajera, sino que la realizaba con perseverancia. Ella es modelo del discípulo que fundamenta toda su vida en la escucha obediente de la palabra de Jesús. Presentar la figura femenina como modelo de discípulo es una verdadera novedad dentro del ambiente cultural y religioso de la época, en donde solamente los hombres podían dedicarse al estudio de la ley.
Marta anda preocupada e inquieta con tantas cosas para que Jesús esté bien servido. Marta es descrita con el verbo griego “Perispào” que se puede traducir como “estar ansioso”, “se afanaba” (v. 40). Jesús no desautoriza su servicio: indica que lo esencial para del discípulo es dedicarse a escuchar su Palabra, y esto exige una total y exclusiva atención (es la mejor parte) para que dé fruto. El servicio (diaconía) no debe turbar y distraer, cayendo en la agitación y al afán. Servir sin escuchar es perder lo esencial. Ciertamente se deberá actuar, pero el obrar no será un hacer desnudo, sino un poner en cumplimiento aquello que se ha escuchado. Escuchar es esencial en la vida de discípulo ya que siempre serviremos como Jesús.
No es exacto, por tanto, contraponer entre sí a Marta y María como la acción y la contemplación. Israel no conoce ese tipo de mística ni de contemplación. Conocer a Dios implica en Israel el escuchar la palabra y llevarla a la práctica. Sólo desde aquí se entiende el mensaje radical de nuestro texto. La “escucha de Jesús” puede venir a determinar un tipo de existencia cristiana que profundiza especialmente en el don de la fe. Tal sería el fundamento de la contemplación cristiana, que no está basada en un proceso ascensional de la mente que tiende hacia Dios, sino en la auténtica obediencia del que escucha la palabra y vive inmerso en el gozo y exigencia que ella produce.
Hay que reiterar que aquí hay una postura inaudita. La mujer no es creyente de segunda. No tomaba parte oficial en el culto de la sinagoga ni se podía dedicar a la escucha y cultivo de la ley. Ahora, con Jesús resulta que es la figura femenina donde se refleja el auténtico cristiano.



Para escuchar la Palabra

El Reino ha hecho de Jesús peregrino y le ha proporcionado tantos amigos. Él aceptaba ser acogido en el hogar de cuantos aceptaban el evangelio de Dios en su corazón. Era su táctica misionera: identificaba a sus amigos con aquellos que se identificaban con su evangelio y se dejaba servir por quienes, tras de haberle escuchado, ponían sus vidas al servicio de Dios. No separó misión de amistad, vida pública y vida privada. Personalmente, ¿Qué criterios utilizo para la selección de mis amistades en el ejercicio apostólico? ¿Acojo el Reino de Dios de manera de hospedar a Jesús y entrar en amistad con él? ¿Cómo tenerle como huésped en casa, si no permitimos que su palabra sea nuestro alimento y nuestra tarea?
Que Jesús desee y busque ser hospedado no le hace indiferente al modo de ser recibido. Quien se dedica a escucharle, le hospeda mejor. A Marta no se le corrige por cuanto hace, sino por lo que deja de hacer. El servicio más preciado que podemos ofrecer a Jesús, quienes estamos dispuestos a recibirle en casa, es de lo más sencillo y el más agradable: Gozar de su persona oyendo su palabra. Obtendremos lo mejor y la promesa de no perderlo nunca. ¿”Pierdo” tiempo en la atención y escucha del Señor? Mi actividad como discípulo, ¿suele caer en la ansiedad y angustia? Es mi actividad ejercicio de obediencia a quien he escuchado?



Para orar con la Palabra


Pública como privadamente, abierta como en lo secreto no pierdes tiempo Señor para el anuncio del Reino. Eres una persona totalmente consagrada a una causa, aquella del Reino. Reposo, amistad, actividad, soledad, acompañamiento... todo en tu vida gira en torno al anuncio del Reino de tu Padre. El Reino te llenó mente, corazón y manos. Ven, Señor, quiero hospedarte escogiendo la parte mejor, la más estable e imperecedera: la acogida atenta de tu mensaje sobre el Reino. Que el frenesí de mi vida no me lleve a considerar la escucha de tu Palabra como tiempo perdido. Siendo tú totalmente para el Reino, gáname a fuerza de tu predicación a la escucha incondicional de tu Palabra. Que no pierda lo mejor por lo bueno. Sólo la escucha a tu palabra garantizará mi vida cristiana y apostólica.

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