martes, 7 de mayo de 2013

DOMINGO DE LA ASCENSIÓN Lc 24, 44-53


Para comprender la Palabra

La narración de la Ascensión de Jesús a los cielos es, para san Lucas, el culmen del itinerario de Jesús y el paso entre el “tiempo de Jesús” y el “tiempo de la Iglesia”, inaugurada con el don prometido por el Resucitado. La Ascensión significa la exaltación de Jesús a la derecha del Padre, verdad confesada en el símbolo apostólico. Este misterio señala la tensión en la que entra la comunidad de los discípulos: una tensión entre la ausencia del Señor y, al mismo tiempo, su presencia. Con la Ascensión se cierra el tiempo de las apariciones y se muestra la hondura de la pascua. Jesús, que ha caminado con los hombres, se ha convertido en meta de la marcha de la historia. Su mensaje ha trascendido los caminos de la tierra y se presenta como un don que sobrepasa todas nuestras ansias... Desde Dios, la realidad de Jesús se presenta como hondura y raíz, fundamento, verdad y meta de la vida de los hombres.
Hay semejanzas y diferencias entre la primera lectura Hech 1, 1-11 y nuestro texto evangélico (se repiten temas como: la enseñanza, el Espíritu, la permanencia en Jerusalén, el testimonio, la subida al cielo). Y es que estos textos son como una “bisagra” que une el final del evangelio de Lucas con el principio de Hechos de los Apóstoles. La última instrucción del Señor resucitado a sus discípulos vuelve a insistir en la explicación de lo acontecido a la luz de las Escrituras, la misión al mundo para predicar la conversión y la renovación de la promesa del Espíritu. Antes de dejarlos, Jesús deja amaestrados a sus discípulos y les deja lo que daba sentido a su vida: su propio espíritu y la misión universal. Al poner estas instrucciones, Lucas, prepara al lector para leer y comprender la segunda parte de su obra – Hechos de los Apóstoles -, a la vez que conecta la historia de las primeras comunidades cristianas con Jesucristo.
La comunidad mira al Señor que asciende (evoca pasajes de Elías y Eliseo), como comunidad profética que hereda el Espíritu de Jesús para continuar su misión. “Aquello que fue visible en nuestro Redentor, ha pasado ahora a los sacramentos (León Magno). La imagen para describir la Ascensión no puede ser entendida literalmente. Se basa en unas coordenadas espaciales que, como lo sabemos hoy, no responden a planteamientos científicos (el cielo, morada de Dios, está arriba). En realidad, Jesús resucitado no ocupa un lugar físico ni se encuentra en ninguna de las dimensiones que nosotros conocemos. Utilizando una forma de escribir propia del lenguaje religioso de la época, el evangelista nos quiere decir que Jesús está con el Padre, que vive la misma vida de Dios. Culminada su tarea en este mundo, ha entrado en la “gloria” e inaugura un nuevo modo de presencia entre los suyos.
Jesús se presenta como sumo sacerdote que ofrece la bendición sobre el pueblo (inspirada en Eclo 50,20-24, aunque con la diferencia de que es fuera del templo, en Betania), produciendo en éste, alegría y paz. El lugar a donde regresan y se reúnen será Jerusalén, desde donde partirá el anuncio de la muerte y resurrección del Señor. Los discípulos se postran ante el Resucitado. Es la forma de decir que lo reconocen como Dios y Señor, que lo adoran como tal. Luego vuelven a Jerusalén, el lugar donde han de esperar al Espíritu, y lo hacen “rebosantes de alegría”, un sentimiento que para Lucas es signo de la llegada definitiva de la salvación. Por último, los discípulos en espera del Espíritu se mantienen unidos en la oración.

Para escuchar la Palabra
¿He caído en la cuenta de que con la Ascensión de Jesús celebro su ausencia física en nuestro mundo? Subiendo al cielo Jesús culminó su paso por la tierra: tras nacer y crecer como un hombre, tras convivir con los hombres y predicarles el reino de Dios, tras morir por todos los hombres y dejarse ver de algunos elegidos, Jesús se separó de ellos dejándolos solos en el mundo. Pero antes los instruyó desde la palabra y les dijo: “Ustedes son mis testigos”. Él me ha dejado la encomienda de representarlo. No tengo derecho a creerme abandonado ni puedo soportar que a nuestro alrededor se le dé por perdido. Estoy llamado al testimonio. Recibí una encomienda muy específica. ¿Hasta qué punto soy memoria viva de su presencia y de su intervención en favor de la humanidad? ¿Soy capaz de iluminar desde la Escritura el misterio de mi Señor, siendo testigo de su amor?
La ausencia física de Jesús no supone la privación de su Espíritu: quienes tienen la tarea de representarlo en el mundo tendrán también la asistencia de su fuerza interior. Alejándose de los discípulos, el Señor dejó una misión difícil y su fuerza interior. La alegría de vivir y una vida ocupada en el testimonio y la oración son los frutos de quienes esperan el Espíritu de Jesús. No estoy solo: tengo una tarea y cuento con su mismo Espíritu. Y el mundo me espera, aunque no lo diga, porque espera una razón para vivir y la fuerza. Ambas las ha dejado el Señor antes de partir. ¿Cómo he respondido a ello? Por mi forma de vivir mi vida de discípulo, ¿Dejo entrever que gozo de la presencia del Espíritu y el compromiso de ser su testigo en el mundo?, ¿Qué aporte realizo en el mundo que el Señor me confió?

Para orar con la Palabra
Te fuiste, Señor, al seno del Padre, habiendo cumplido tu misión en la tierra. Nos has dejado solos pero no abandonados. No te vemos, pero no estás ausente. Ya has concluido tu misión y sigues enviando a representarte. Ya estás plenificado y eres comunicador del Espíritu. Una tarea y tu misma fuerza has querido compartirnos antes de partir. Nos has instruido y confiado el mundo. Habiéndonos iluminado el sentido de los acontecimientos, nos has confiado ser tus testigos. Es el tiempo de dejarnos mover por tu Espíritu. Es tiempo de la profecía y de la misión. Perdona mis cobardías y negligencias, mis contribuciones por crear más ausencia que presencia tuya en el mundo. Señor, reconociéndote exaltado dame fuerza para comprometerme a ser tu testigo en el contacto con tu palabra y en la unidad comunitaria. Que, habiendo sido iluminado por tu Espíritu y Palabra, ilumine la vida de tantos hermanos nuestros. Y que, cumpliendo tu misión, experimente tu Espíritu de amor, tus cuidados y atenciones.

No hay comentarios: