lunes, 31 de octubre de 2011

Algo para pensar y orar esta semana

Este otoño, en el hemisferio norte, trae el misterio de dejar que la vida se adormezca, junto con la esperanza de su despertar en primavera. Es un tiempo de belleza solemne, con sus cambiantes colores, la caída suave de las hojas y la desnudez de los árboles. El ritmo de la vida cambia, y sabemos que nos esperan tiempos exigentes. Pero el asomo de los brotes, unos junto a otros, nos dan la esperanzas de la calidez y la vida renovada, en poco tiempo más.

El mes de noviembre convoca a multitudes a recordar a sus seres queridos fallecidos, en distintos ritos y símbolos. El Día de Todos los Santos evoca manifestaciones de amor y sentimiento, ya sea a través de la participación en la Eucaristía o en nuestra oración personal. La visita a los cementerios puede ser un importante evento pastoral. ¿Por qué es popular? Porque es una expresión de la riqueza de la comunidad Cristiana. Las familias y los amigos se reúnen, expresando su cariño por aquellos y aquellas que amaban. Entre todos se ayudan a mejorar la presentación de las tumbas, a traer flores, a encender cirios y a compartir liturgias y oraciones. Las tumbas son bendecidas con agua bendita; luego se vuelve a casa y se comparte una mesa y varios recuerdos que nos traen lágrimas y risas. Todo esto es comunidad cristiana.

Estos actos de recuerdo de los que se han ido, nos corresponden, pues somos espíritus encarnados, y deseamos seguir unidos a parientes y amigos con los que hemos compartido nuestras vidas, con sus alegrías y sus penas. No están más lejos de nosotros que Dios, y Dios está cercano. Lo humano y lo divino unen sus manos a través del vacío que es la muerte, y la nostalgia que sentimos por nuestra reunión final, nos trae una misteriosa paz a nuestros corazones. Todo estará bien cuando Dios así lo quiera.

Fuente: http://www.espaciosagrado.com
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