miércoles, 19 de diciembre de 2007

10 Maneras de mejorar tu vida de oración

Por : Padre Terrance Wayne Klein

Si eres un novato o un experto, acostumbras rezar oraciones escritas por otras personas o un conocedor de la contemplación, aquí tienes 10 maneras de ayudarte a cultivar una buena conversación con Dios

En este mundo tan de prisa, estamos acostumbrados a tomar atajos, tratos ventajosos, buenas compras y garantías. Queremos pensar que nuestro buen juicio nos da ventaja y estamos a la última. Como “consumidores cristianos” queremos que los sermones sean fascinantes, simpáticos y profundamente espirituales. Y, por supuesto, cortos. Mínimo, ¡cortos!

Lo que se describe a continuación es una serie de breves “Reglas para Orar”, que dan respuesta a una necesidad tan antigua como los Evangelios, cuando los discípulos le pidieron a su maestro que les enseñara a orar. Pero no te dejes engañar por ser breves y simples. Ésto es en realidad “lo último”.

Regla #1: Se tú mismo

De seguro tu profe de la prepa y tu mamá tomó esta frase como tu “mantra” cuando eras adolescente, pero vale la pena repetir esta máxima aquí. ¿Por qué es la primera regla de oración ser tú mismo? Porque Dios te creó a ti – el que eres en este mismo momento, no ayer o mañana – para que seas una persona orante. Fuiste creado para dialogar con Dios, para vivir en comunión con la Santísima Trinidad, para sentarte a la mesa de Dios y cenar. No se necesita hacer un cambio fundamental para hacerte una persona orante.
El gran teólogo católico alemán Karl Rahner llamó a los seres humanos “escuchas de la Palabra”. No fue el único en usar la frase. Lo que quiso decir es simplemente la realidad de que estamos hechos para hablar con Dios, ver su rostro, vivir en su presencia. Si fuéramos computadoras, ésto sería una característica de nuestro hardware que ningún virus de software podría corromper. Rahner sugirió que si uno pudiera ver la verdadera esencia del ser humano, vería algo parecido a una parabólica. Una mirada te dice que hombres y mujeres están orientados hacia la comunicación, hacia la comunión con alguien más allá de uno mismo.

¿Cuál es la consecuencia de este verdad para una vida de oración ? Simplemente esto: todo lo que necesitas para orar ya se te ha dado. Orar bien no es una cuestión de aprender una técnica. Deja descansar la técnica y el esfuerzo un momento. Tienen un lugar, pero no el primero.

Sugerencias: Recuerda que Dios ya ha tomado la iniciativa en nuestra vida de oración. Él se ha revelado en Cristo Jesús. La oración es, antes que nada, simplemente nuestra respuesta a esa revelación. Piensa un poquito menos sobre lo que quieres decirle a Dios y tómate más tiempo para escuchar. Siéntate con las Escrituras y lee lentamente. Cuando un pasaje te diga algo significativo, detente. Saboréalo. Considera su significado para ti en este momento de tu vida. Esfuérzate por permanecer un momento en silencio. Cree que escuchar a Dios hablar no es inútil. Simplemente dirigir nuestra atención hacia Dios es orar. Y Dios habla en el silencio.

Otro gran teólogo, Hans Urs von Balthasar, una vez describió la vida de oración de la mística suiza Adrienne von Speyr. Lo siguiente viene de su introducción a la autobiografìa de sus primeros años:
A medida que pasa el tiempo, la oración tomaría todas las formas posibles: oración verbal y sin palabras, oración como una contemplación animosa, como acción de gracias, como petición, como sacrificio de uno mismo por la gente, como una existencia callada con un Dios silencioso, como una ofrenda activa en servicio del vecino. Ella se convirtió en una buena practicante de todas estas, una tras otra, como un órgano en el que se instalan nuevos tonos, hasta que al final el instrumento completo está listo para que el Maestro lo toque con deleite.

Regla # 2: Sé disciplinado

La consecuencia práctica de esta verdad para una vida de oración es: no esperes que la gracia haga lo que la naturaleza debe estar haciendo. ¿Cómo se hace uno bueno en la oración? De la misma manera que los niños aprenden a tocar el piano, o los clavadistas olímpicos aprenden a tirarse clavados, o las grandes figuras del patinaje aprenden a patinar. ¡Practicar, practicar y luego practicar más !El gran santo y teólogo medieval , Santo Tomás de Aquino, basó mucha de su teología en la máxima de que la gracia construye sobre la naturaleza. Lo que quiso decir es que lo que Dios hace con nosotros por medio de su gracia es una continuación de la manera como Él se relaciona con nosotros a través de nuestra naturaleza humana.

Para ser bueno en algo se necesita una medida de talento y dos de trabajo arduo. Para nuestros propósitos, podemos llamar talento a la gracia y trabajo arduo a la disciplina. Nunca vas a ser una persona orante sin la disciplina.
Mucha gente nunca se hace buena para la oración, a pesar de su inclinación natural (o sobrenatural) para la oración, simplemente porque no le dedican tiempo a la oración. Acuérdate de Aquino: la gracia construye en la naturaleza. Acuérdate de la ley fundamental de la naturaleza: la práctica hace al maestro.

Si hay un ingrediente del que carecen el promedio de las personas que tratan de orar , es la perseverancia. Agarra cualquier libro de ejercicios y te prometo que vas a leer algo así como esto: haz un poquito cada día. No es la cantidad cada día, sino el hecho de hacer un poquito cada día hasta que la rutina se convierte en un firme hábito. Aunque sean 10 minutos al día, cada día, empezarán a producir efecto.

Muchas personas oran de la misma manera que hacen ejercicio: muy duro los fines de semana para estar tieso el lunes por la mañana, pero muchos días sin hacer nada entre una sesión y otra. Ser fiel a la oración tiene mucho que ver con serle fiel a un cronómetro. Hasta la gran mística española, Santa Teresa de Ávila, confesó usar un reloj como una ayuda para orar.

Sugerencias: Decide cuánto tiempo quieres darle a la oración y dedícaselo. No ores de más. Solamente necesitas un poquito más de lo que estás dedicando por ahora. Es mejor aumentar el tiempo después de 2 meses que reducirlo, o peor aún, disminuir la frecuencia. El objetivo es ser regular. No se trata de la cantidad de tiempo, es la frecuencia lo que cuenta.
A este punto, no evalúes la calidad de tu tiempo de oración. Al principio – y cosa rara, al final – no es la calidad lo que cuenta, sino la cantidad. No te preocupes por las distracciones. Ya que gracia construye sobre la naturaleza, a veces se tambalea porque estamos cansados, enfermos, distraídos, nerviosos o enojados. Acepta tu condición humana y persevera. La gracia construye sobre la naturaleza, pero la naturaleza no es su maestra.

¿Cuántas maneras hay de orar? Probablemente, tantas como hay almas. De todas maneras, la Tradición Cristiana ha identificado varias categorías de oración. Una de ellas es la oración vocal, y todos la hemos practicado. Por oración vocal quiero decir el uso de palabras en la oración que otra persona ha escrito, como el Padre Nuestro, el Ave María o el Acto de Contrición. Estas pueden usarse ya sea en silencio para uno mismo, o en voz alta.

La oración vocal puede considerarse el primer nivel de la oración, aunque el que la llame así no significa que la menosprecie. Aquí primero significa fundamento, uno de los bloques que sostienen el edificio y que siempre se necesitan para que permanezca en pie. Hay momentos en la vida en que solamente la oración vocal parece dar resultado, cuando nuestra mente simplemente no puede decir nada más. Por ejemplo, muchas personas rezan el Rosario inmediatamente después de un hecho terrible. Pero una vida de oración involucra más que la recitación.

Una segunda capa de oración puede llamarse discursiva. Simplemente le hablamos a Dios en oraciones similares a las que usamos cuando nos comunicamos con otros. De nuevo, este tipo de oración puede ser en silencio o en voz alta. Si estás orando en voz alta, debes tener cuidado dónde lo haces, a menos que se te haya invitado a hacerlo. (Generalmente cuando se encuentran a alguien hablando consigo mismo, los demás no son tan amables de pensar que Dios es el interlocutor!).

Regla #3: Aprende a Meditar

San Francisco de Sales enseñó que nadie puede progresar en la vida espiritual sin aprender a meditar. Cada nuevo seminarista o novicio religioso se introduce a la práctica de la meditación, que a veces se
llama “oración mental”. Al menos eso espero. La meditación en su esencia no tienen nada que ver con posturas exóticas, mantras o incienso que huele a salchicha quemada.
De Sales enseñó que la meditación es simplemente presentar pensamientos ante tu mente para mover el corazón a Dios.Es una definición simple, pero que tiene mucho fondo. Observa la segunda parte de la definición: que contiene el objetivo de la meditación. Su propósito es mover el corazón a Dios. La meditación se supone que actúa sobre nuestras emociones. Nos imaginamos las escenas que queremos, o pensamos los que queremos, con el propósito de elevar nuestras emociones a Dios.

Sugerencias: “Presentar pensamientos a tu mente” significa que la meditación es principalmente un ejercicio imaginario. Estás simplemente tratando de pensar las “cosas de Dios”. Todo lo que te haga pensar en Dios es material adecuado para la meditación. Uno puede meditar observando una estampa religiosa o un crucifijo. Uno puede meditar leyendo las Sagradas Escrituras o la vida de un santo. Observamos una puesta de sol y sentimos gratitud. Consideramos la forma en que pasamos la noche de ayer y sentimos dolor. Podemos examinar, hora por hora, los eventos del día con el objetivo de ver la obra de Dios.

¿Funciona siempre la meditación? Comúnmente, pero no siempre. Por eso la oración vocal y discursiva son todavía fundamentales. Pero nunca olvides que fuiste hecho para orar – y que eso significa que Dios te hizo para meditar. Aún los santos jóvenes descubrieron la meditación sin la ayuda de un maestro. Aquí tenemos un pasaje de Santa Teresa de Lisiux en el que describe un encuentro durante la escuela primaria:
Un día, uno de mis maestras en la Abadía me preguntó qué hacía en mis tardes libres cuando estaba sola. Le dije que me metía atrás de la cama en un espacio vacío... y que era muy fácil cerrar las cortinas de mi cama y entonces “pensar”. “¿Pero sobre qué piensas? “ me preguntó. “Pienso sobre Dios, la vida, la ETERNIDAD... pienso! “ La buena religiosa se rió de corazón de mí, y después le encantaba recordarme el tiempo en que yo pensaba, preguntándome si todavía estaba pensando. Entiendo ahora que yo estaba haciendo oración mental sin saberlo y que Dios ya me estaba instruyendo en secreto.

Regla # 4: Consigue un libro.

Los filósofos pueden discutir interminablemen-te sobre si nuestras mentes son o no como libros en blanco, pero nadie discute que es un hecho que la mente necesita alimentarse.
Y aunque estemos conscientes de ello o no, se alimento todos los días por medio del radio, la televisión, revistas, etc. Como sociedad nos guSi el progreso en la vida espiritual significa aprender a meditar, y la meditación es el presentar pensamientos a la mente para elevar el corazón a Dios, entonces la mayoría de nosotros va a necesitar un poquito de ayuda con esos “pensamientos sobre Dios”.
gusta la comida intelectual “chatarra”. Yo reto a cualquiera a que vea 24 horas del programa de Ricki Lake y su legión y estar capacitado para orar más allá del “los Santos nos cuiden”.

Si queremos elevar nuestras mentes a Dios, probablemente van a necesitar un poquito de ayuda. Hay libros que nos pueden ayudar. Recuerda que no somos las primeras almas en buscar el rostro de Dios. Vivimos en la comunión de los Santos. Los santos son nuestros hermanos mayores en la fe, y uno de nuestros lazos visibles son los escritos que dejaron. Aprende de tus hermanos mayores. Deja que te inspiren. Entonces inspira compartiendo su espíritu con nosotros.
Teresa de Ávila confesó que durante 14 años nunca iba a la capilla a orar sin un libro. Aquí está un pasaje de su autobiografía:
Leer es muy útil para recogerse y sirve como un sustituto necesario aunque puede leer muy poco cualquiera que no puede practicar la oración mental... Durante todos estos años, excepto por el tiempo después de la Comunión, nunca me atreví a empezar a orar sin un libro... [La sequedad] se sentía siempre cuando estaba sin un libro. Entonces mi alma se daba a la confusión y mis pensamientos corrían salvajemente. Con un libro empezaba a recogerlos, y mi mente era atraída hacia el recogimiento. Y muchas veces solamente el abrir el libro era suficiente; otras veces leía un poco, y otras veces mucho, de acuerdo al favor que el Señor me concediera.

Sugerencias: El libro puede ser cualquier libro que inspire. Por supuesto, las Sagradas Escrituras tienen prioridad aquí. A veces, sin embargo, su familiaridad puede ser un estorbo en vez de una ayuda. Trata de leerlas en otro idioma o de escucharlas en una grabación. Escoge uno de los santos. Lee sobre ellos o lo que escribieron. A su estilo, cada santo ha traducido el Evangelio en la historia de su propia vida.

Cuando se lee en la oración, el objetivo nunca es la cantidad que se lee. Uno lee hasta que un pensamiento mueve el corazón hacia Dios, y entonces permanece ahí. Cuando las distracciones regresan, uno toma el libro nuevamente. Algunos días el libro apenas si será necesario. Otros días parecerá indispensable. Recuerda que Dios quiere darse a nosotros, y si eso significa aparecer en una novela de Judith Krantz, así será.

Regla # 5: Si funciona, hazlo!
Yo estaba en preparatoria cuando un director espiritual me enseñó esta regla fundamental de la vida espiritual. Yo había tenido una maravillosa experiencia de oración y quería compartirla.
Si yo tenía que adivinar, probablemente tendría algo que ver con velas, una silla cómodo y un disco como Jonathon Livingston Seagull o la canción “Sunshine on my shoulders” de Jhon Denver (después de todo, eran los 70’s). La pregunta que recuerdo le dije a mi director espiritual fue ésta: ¿Está bien si escucho música mientras trato de orar ? ¿Necesito estar hincado?¿Y qué de estar nada más volteando hacia la ventana?


Si te funciona, entonces hazlo”. “No discutas o luches contra el Espíritu Santo.”

El consejo es tan bueno ahora como el primer día que lo escuché. Se basa en un profundo conocimiento del interior de la persona humana. El Espíritu Santo intenta usar cada aspecto de lo que nos hace humanos para comunicarse con nosotros. Recuerdos, entendimiento, intelecto, voluntad, sensaciones, emociones: no existe parte humana que sea tierra extraña para el Espíritu Santo. Todo es creación de Dios, y su propósito y significado más grande se expresa en la comunión con Dios. Esto significa que Dios puede – y lo hará – buscar comunicarse con nosotros en cada área de la vida humana. Nada es extraño para Él. De hecho, mucha de la frustración en la vida espiritual se debe al resistirse al empuje del Espíritu Santo, frecuentemente porque el Espíritu está reclamando un área de la vida humana que no anticipamos.

Sugerencias: “Sencillamente oro mejor cuando estoy hincado”. Entonces híncate. “Me he dado cuenta que oro mejor en la mañana”. Entonces levántate temprano. “Qué raro, pero me siento muy cerca de Dios cuando manejo de regreso a casa del trabajo por las tardes”. Entonces date tan completamente como sea posible al Dios del camino de regreso a casa.

Abraham tiene una experiencia de Dios y construye un altar (Génesis 12:7-8). Jacob ve una escalera de ángeles y cosntruyó un pilar a Dios en ese lugar (Génesis 28:10-22). El Antiguo Testamento está lleno de referencias a lugares estimados como santos debido a que una revelación del amor de Dios ocurrió allí. Uno construye un altar porque planea regresar allí, porque espera recrear la experiencia original. Si funciona, hazlo!

Regla #6: Haz que tu oración dé frutos a
través de una vida moral.

Yo explicaría la regla #6 así: es lo que separa todo forma de auténtica espiritualidad Cristiana de todas sus competidoras de la Nueva Era. Esto es porque todo el entendimiento ortodoxo, Judeo-Cristiano de la religión está unido sin división posible a la moralidad. El Dios que buscamos en la oración es el Dios que creó a nosotros y al universo. En su programa clásico de meditaciones para retiro, conocidos como Ejercicios Espirituales, San Ignacio de Loyola responde a la pregunta de la sequedad y carencia de frutos en la oración como una pregunta propia. ¿Ha permanecido el alma fiel a la ley de Dios? ¿Se ha vuelto tibia el alma en su amor por la voluntad de Dios como se expresa en las escrituras, los mandamientos y las enseñanzas de la Iglesia? Antes de preguntarnos por qué Dios parece no estar presente en la oración, nos debemos preguntar sobre nuestra propia respuesta a la voluntad de Dios.

A diferencia de los seres humanos, no existe distinción en Dios entre quién-es-Dios y lo-que –Dios-quiere. Los dos son uno. Dios es lo que Dios quiere. El ser de Dios y su voluntad son uno. Vivir en comunión con Dios es hacer la voluntad de Dios.

La Teología Católica Tradicional frecuentemente habla de Ley Natural. Esencialmente, la frase significa que existe un orden fundamental o patrón del universo puesto por Dios en el mismo acto de la creación. La razón humana puede llegar a ver los propósitos de Dios estudiando la realidad de nuestro mundo. Cuando observamos el patrón, el orden del universo, nuestra respuesta debe ser vivir de acuerdo a él.

Reflexiona, por ejemplo, en la imposibilidad absoluta de vivir juntos en familias y comunidades si la gente nunca se dice la verdad el uno al otro. Cada mentira obra contra la naturaleza social de lo que significa ser humano. La sola razón humana puede ver que decir la verdad es parte de la “ley natural”. Por supuesto que nosotros tenemos el mandamiento de no levantar falso testimonio. Aquí la historia de la revelación de la salvación confirma una orden de revelación contenida en la creación. Ser veraz significa abrirnos a la comunión; decir una mentira es cerrarse aún a esa posibilidad.

La vida espiritual y la vida moral son uno. Las dos buscan a Dios que nos creó. La espiritualidad de la Nueva Era que yo rechazo no está buscando a Dios más allá de uno mismo, es solamente la búsqueda de una nueva y agradable experiencia para uno mismo. Permanece atrapada en sí misma, y nunca levanta la cuestión de la moralidad.

Debido a que Dios es “ otro”, podemos llegar a amarlo en una manera fructífera. Amarse a uno mismo es solamente el primer momento de la existencia humana. Si la existencia humana se queda allí, se pudre. Ir fuera de uno mismo en amor del otro es encontrar tanto a uno mismo como al otro. Por eso la oración en nuestra tradición es siempre más un encuentro que una técnica.

Sugerencias: Si tu oración no está dando fruto, podría ser debido a que ha permanecido en el nivel de expresión de uno mismo, más que elevarte a un encuentro verdadero con el Dios de la Biblia que nos creó? Haz que tu oración sea fructífera a través de una vida moral, y encuentra fortaleza para una vida moral en la oración.

Regla #7: No juzgues la oración por sentimientos.
Recuerda que el único objetivo de toda oración debe ser la unión con Dios. Punto. La unión con Dios en la oración puede producir o no una sensación emocional agradable. Cuando oramos, estamos buscando al Dios que esta detrás y más allá de todos los sentimientos y estados emocionales. Si hacemos que los sentimientos positivos que la oración frecuentemente produce el objetivo de nuestra oración, entonces estamos nuestro objetivo es algo menos que Dios.
Tan tentador y quizá tan natural como puede ser, uno no debe juzgar la calidad de la oración propia por los sentimientos que produce o no.



Es absolutamente esencial que hagamos una distinción entre unión con Dios y estados emocionales. Primero, Dios puede producir sentimientos tanto negativos como positivos cuando oramos. Puede ser que el objetivo de Dios sea acercarnos a Él en una íntima unión basada en la obediencia a su voluntad. Una madre que ora por fortaleza para ser paciente con su niño difícil puede experimentar una gran paz durante la oración. Pero considera al esposo que está involucrado en una relación adúltera y resulta que se siente miserable cada vez que trata de orar. Sus pensamientos parecen estar completamente privados de paz. Este es un estado emocional muy negativo, pero cuando uno considera que existe para llamarlo de regreso a Dios, es fácil ver que el cielo a veces permite experiencias emocionales negativas. Dios está de seguro presente en esta forma de oración tanto como en la primera. Un alma encuentra consolación en la oración, ella necesita esa fortaleza. La otra encuentra desolación; para llamar un alma perdida de regreso a casa.

Otra precaución sobre los sentimientos: como San Ignacio de Loyola lo resaltó hace tiempo: el Maligno no se va simplemente porque estamos orando. El demonio en persona puede ocasionar dudas, inseguridades y tentaciones durante la oración cuando uno esperaría encontrar sentimientos positivos. De la misma forma, el sabe que nada produce arrogancia espiritual tan pronto como los “sentimientos positivos” en la oración. El Maligno comúnmente consuela al pecador, diciéndole que su pecado es ligero, algo que debe esperarse, de alguna forma muy difícil de rechazar. Apoya a los que se enorgullecen sobre sus delicias espirituales, aquellos que causan divisiones en el corazón de sus comunidades parroquiales, los que presumen ingenuamente de que todas sus acciones se justifican, que su visión de la iglesia no requiere explicaciones porque ellos han sentido al Espíritu Santo.

Sugerencias: Entonces, ¿Cómo juzga uno? Los primeros discípulos de Jesús deben haber preguntado algo muy cercano a esta pregunta. Por eso ellos atesoraron y registraron las palabras que nuestro Señor les dio como respuesta, encontrada en el Evangelio de San Lucas, 6:43-45:
No hay árbol bueno que pueda dar fruto malo, ni árbol malo que pueda dar fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto: no se cosechan higos de los espinos, ni se recogen uvas de las zarzas. El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca.
Existe solamente un criterio para la evaluación de la oración: su efecto, positivo o negativo, en nuestras vidas.

Regla #8: No midas el progreso de tu oración.

Nada es tan inherente a la sensibilidad moderna como el progreso. Esperamos que nuestra medicina, tecnología y estándar de vida mejoren y progresen cada año. Quizá por eso es natural que, cuando resolvemos darnos a una vida de oración, llevamos una esperanza latente de progreso. Queremos saber que estamos avanzando, pero, a diferencia de los actos de superación personal, la oración parece que no ofrece un método de evaluación. Evaluar tu vida de oración es un poco como observar una planta crecer. Puedes hacerlo si quieres, pero no va a ser satisfactorio para nada.
Las plantas crecen a nuestro alrededor cada día, pero aunque te quedes viendo uno, resuelto a verla crecer, no serás capaz de observar que, de hecho, estás observando. La planta crecerá ante tus ojos, pero tus ojos no son adecuados para el reto de la observación.

La oración es así: día tras día nos damos a ella, ocurrirán cambios, pero a un paso que parece desafiar todos los números y cálculos.

Para ser absolutamente claros, la evaluación de la experiencia de oración nunca está dentro de la misma experiencia. Está en la vida que resulta de esa oración. Esta verdad aplica a un Padrenuestro rezado de prisa o a las más exaltadas visiones.

Sugerencias: La oración trae crecimiento y cambio, pero lo hace de acuerdo a la medida y metro de Dios. El éxito de la noche a la mañana trae comúnmente desilusión de la noche a la mañana. Si en verdad quieres medir tu progreso en la oración, haz un inventario moral de tu vida y compáralo con otro hecho seis meses o un año antes. Así como podemos ver el crecimiento de las plantas con el tiempo, así también el trabajo del Espíritu Santo se hace evidente a distancia.

En cualquier día de nuestra vidas hay muchos factores que se combinan para crear una experiencia de oración: el trabajo, las relaciones, la salud, el descanso o su carencia, las distracciones y la satisfacción. Nadie, sólo Dios, puede escoger de estos factores. No los uses para evaluar la oración. Evalúa la vida que la oración produce, y juzga esa vida a través del tiempo.

Regla # 9: La oración es más la obra de Cristo
y de la Iglesia que tuya.

Tendemos a acercarnos a Dios como individuos. Es algo que hacemos como – y cuando – nos parece bien. Pero la oración es más que nuestra solitaria búsqueda de Dios.
Una vez visité a un ex drogadicto muriendo de SIDA. Al final de su vida, en un hospicio, estaba finalmente rodeado de hombres y mujeres a los que les importaba y lo querían. Lo bañaban, alimentaban, satisfacían todas sus necesidades. Estaban con él de una manera que nunca su familia había estado. Me dijo que quería desesperadamente hacer algo para corresponder a su amor. Quería ayudar a limpiar, a cuidar a otros, pero ahora comía en su cama. Le sugería que orara por los que estaban a su alrededor.

“¿Pero tú crees que Dios escucharía las oraciones de un hombre como yo, alguien que ha vivido en las calles toda su vida?”
“¿Estás bautizado?”
“Sí”
“Entonces el Padre no distingue tu voz de la de su Hijo. Cuando ores, el solamente escuchará la voz de Jesús. Estar bautizado es orar con Jesús. Tomamos su voz y Él toma la nuestra. Cuando el Padre lo ve, nos ve a nosotros. Cuando nos ve a nosotros, reconoce a su Hijo.”

El hombre aceptó empezar a orar con mucho entusiasmo, ya que ahora creía que sus oraciones tendrían efecto. Así vivió la última semana de su vida.

Los primeros cristianos estaban convencidos de que el Baustismo los insertaba en la persona y vida misma de Cristo. Ser cristiano era ser otro Cristo. Los templos paganos no tenían lugar para la asamblea de una multitud. Las multitudes no pertenecían al precinto de lo sagrado, solamente los sacerdotes. Nada podría estar más lejos del espíritu de los primeros cristianos, que veían la asamblea litúrgica como la oración más verdadera. Todo lo demás era derivado, secundario y suplemental. El Libro de los Hechos trata de describir a los apóstoles manteniendo las horas de oración común de los judíos. El libro está lleno de grandes individuos, pero el verdadero actor del drama es el Espíritu Santo que trabaja en la comunidad naciente.

Aún hoy, las iglesias Cristianas – en cualquier forma arquitectónica que tengan – son siempre lugares para la asamblea. Los Cristianos creen que son un plebs sancta, un pueblo santo, una nación de sacerdotes.

Sugerencias: Cristo prometió estar presente cuando la iglesia se reúne para orar. Ningún otra oración lleva este compromiso. Así que aprende de la liturgia: es la fuente de toda auténtica oración cristiana. Puede enseñarse un curso de espiritualidad solamente de su forma. La liturgia tiene tanto que enseñarnos sobre la oración: la oración involucra llegar juntos. Significa escuchar la Palabra de Dios y responder a ella. Involucra el cuerpo, el gesto, la postura y el movimiento. La oración es que otro que no es nosotros se dirija a nosotros. (Una base de la jerarquía de la Iglesia Católica). La oración es sobre “ser dirigido” y entonces dirigir. La oración hace el cuerpo y la sangre de Cristo nuestro propio cuerpo y sangre.

Aprende de la liturgia. Es Cristo y nosotros – con Cristo, estando en diálogo con el Padre, a través del poder del Espíritu Santo. Por eso la oración litúrgica es la “oración más verdadera”. Cuando el Cristo que tú conoces es diferente del Cristo que se revela en la asamblea de los santos, entonces tu Cristo necesita ser expulsado con ayuno y oración.

Regla # 10: A veces, nada más siéntate.

Un anciano iba cada día a la iglesia por la tarde; se sienta en una banca de atrás. Después de muchos años, la gente lo nota. Quizá es un santo. Ellos no lo conocen, pero ¿cómo es que pasa tantas horas en satisfactoria oración? Un día alguien le pregunta: “¿Qué haces cuando oras?”
Al principio la pregunta parece inexplicable para él. Es como si las palabras en sí mismas de alguna manera no encajan. Él repite la pregunta para sí. “¿Qué hago cuando oro? Bueno, a veces vengo aquí y me siento y hablo con Jesús. A veces nada más me siento. La mayor parte de las veces, nada más nos sentamos.”



Existe nada más un lugar que estamos tratando de alcanzar en la oración. Queremos estar en la presencia de Dios y saber que estamos en la presencia de Dios. Queremos estar llenos de gratitud porque estamos , en este momento, con Dios. Él nos ve, nosotros lo vemos. ¿Qué tienen que ver con esto las palabras?

En la Tradición Cristiana de la oración se llama contemplación. Es un lugar donde las palabras y la actividad cesan. Este lugar no se alcanza con facilidad, pero tiene sus paralelos en la vida humana. Una madre se inclina en una banca de un parque y sigue a su niño en su juego. Ella es un niño de nuevo, porque todos los deseos de su corazón están ante ella, jugando con ese niño. Un anciano y una anciana comen en silencio, no porque no haya nada que decir, sino porque no necesita decirse nada.

Sostenemos la mano débil de una persona que amamos. Está llena de tubos, aplastada en una cama de hospital. No hay nada que decir, porque el tiempo para palabras casi ha pasado. Este es un momento para solamente estar juntos.

Sugerencias: Los seres humanos sabemos lo que significa contemplar, aún si vivimos nuestros momentos de conciencia lejos de la contemplación. Transfiere esta manera de ser a la oración y entenderás el corazón de la Tradición Cristiana de la oración. La contemplación es la mirada de un enamorado, el simple hecho de estar con el Otro.

Santa Teresa de Lisiux una vez escribió lo siguiente sobre la oración:
Jesús, oh Jesús, si el deseo de amarte es tan delicioso, ¿que será el poseer y disfrutar este amor? ¿Cómo puede un alma tan imperfecta como la mía aspirar a la posesión de la plenitud del amor? Oh Jesús, mi primer y único Amigo. A quien amo únicamente, ¡explícame este misterio!¡ ¿Por qué no reservas estas grandes aspiraciones para almas grandes, para las águilas que se elevan en las alturas?
Yo no sé la respuesta que Él le dio. La simple verdad es que Dios no reserva la aspiración a orar – el deseo de simplemente estar con Dios – a almas grandes, a las águilas que se elevan. El deseo de estar con Dios está plantado en lo más profundo del ser humano. Queremos llegar a ese lugar santo de descanso, ese momento cuando la lucha termina. Queremos unirnos al amado en un mirada de éxtasis, que no envejece porque no está en el tiempo. Queremos, desesperadamente, a veces, nada más sentarnos – porque hasta un simple momento así nos sostiene durante todas las horas difíciles que siguen.

2 comentarios:

Hilda Schwerter dijo...

azmaravilloso...

gracias por esta hermosa reflexion

besos

Equipo de Oración Personal dijo...

Hildita, eres bienvenida a este nuestro blog cuando gustes.

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