martes, 18 de diciembre de 2007

Testimonio de Gilberto Palomares Armenta

...desde hace 19 años

Muchas veces me pregunté porqué. Hoy ya no. Ahora quisiera saber para qué.

El hecho es que a muy temprana edad Dios me invitó a vivir, a saborear, a experimentar y compartir con los demás la vida interior de la oración personal. ¿Cumplía acaso con el perfil adecuado? (como diríamos hoy en las empresas modernas). Seguramente que no. ¿Era un joven con la espiritualidad indicada para esta tarea?, definitivamente no. ¿Tenía al menos algo que me ligara a este tipo de experiencias?, tal como se lo imaginan: no.

Aún así y como siempre sucede, Dios actúa de modo muy distinto a nuestro razonamiento. De tal forma que a mis 16 años ingrese a esta comunidad de hermanos que jóvenes como yo, nos arrojamos en las manos de nuestro buen Dios para proclamar que sólo estando en la perpetua búsqueda de su rostro es como lo encontramos, que solo testimoniando la eficacia de la oración es como alguien más da el paso para iniciar este camino y que sólo haciendo vida los momentos de intimidad con Dios es como El nos transforma en instrumentos de su gracia.

Se dice mucho más fácil de lo que en realidad es. Por eso mucho tiempo me pregunté ¿porque yo? ¿porque a mí?. Pero ¿que tenemos que no nos haya sido regalado? ¿acaso cuando pude "sentir" que hacía bien mi tarea en la lucha por mantenerme firme en mi oración personal diaria era mérito mío? ¿no era esa también una bendición más? ¿pues que no vivo día a día de milagro, por pura misericordia divina?

Esa es en pocas palabras la historia de mi vida espiritual. Luchando siempre contra mi mismo, buscando arrojarme en los brazos de mi Dios, de mi creador, de mi Padre, aunque muchas veces he fallado.

No soy el prototipo del hombre orante, ni siquiera de aquel cristiano que muchas veces soñé llegaría un día a ser. Lo único que por ahora se y esto es lo más importante: es que Cristo mi Salvador y Señor es más fuerte que mi más grande debilidad y su amor más inmenso que mi propia bajeza y por ende su misericordia infinita está muy por encima de mi malgastado amor propio.

Por eso sigo adelante, con la frente en alto y el ánimo hasta el tope y pido a Dios fuerzas no me canse de insistir que la oración, ese diálogo personal entre Dios y uno es el camino más corto hacia la plenitud humana. Que si alguien quiere ser realmente feliz, no hay mejor amigo, mejor aliado que nuestro Señor, un amigo con el que puedo hablar y me responde, un aliado con el que puedo descansar y me protege, un Dios con el que puedo orar y me transforma en mejor persona.

Señor, te pido tu luz para distinguir lo que me aparta de ti y tu fuerza para buscarte siempre. Amén.

1 comentario:

Unknown dijo...

Felicidades por sus vivencias compartidas, y respeto por las no compartidas. Un saludo a todos ustedes, de alguien que no se comunica mucho, pero que piensa en ustedes.
Aunque el comentario se lo pongo a Gil, leí todos.
Dios los bendiga.