viernes, 21 de diciembre de 2007

Testimonio de Maria Isabel Román Grijalva

Tomada de la mano de Dios

Nací dentro de una familia católica, donde se acostumbraba ir a misa los domingos y respetar las fiestas de guardar. Recuerdo que las vacaciones de semana santa, nos íbamos a pasar esos días a la playa de San Ignacio, toda la familia: abuelos, tíos y primos. Sin embargo, el jueves, viernes y sábado nos reuníamos para las celebraciones correspondientes y guardábamos estrictamente el ayuno.
Mis papás y abuelos, me inculcaron la importancia de las cosas de Dios, a ser piadosa desde niña.
Tengo recuerdos vivos, de cómo Dios intervenía en mi vida, y también de lo bien que se sentía tener a una mamá como la virgen María, un ángel de la guarda que yo convertía en mi cómplice (cabe decir y destacar, que siempre fui una niña muy traviesa y mis pobres papás andaban detrás de mi para evitar que hiciera destrozos o me pasara algo, o les pasara a los que me rodeaban). En el colegio donde estudié, del que tengo gratos recuerdos, me hice amiga de las religiosas y de los maestros, participé siempre en todo lo que me invitaban: en los equipos de volibol, basketbol, atletismo, juegos maristas, congregación mariana, cruzada de la pureza, coro del colegio, concursos intercolegiales... Siempre me ha llamado la atención la música, me fijo mucho en los contenidos de las letras, y estando en el coro del colegio, tuve un acercamiento con María, recuerdo la letra de varios cantos que me llegaron al corazón, “…si es tan hermosa mi madre, ¿cómo será la de Dios?”, “…tengo en casa a mi mamá, pero mis mamás son dos en el Cielo está la Virgen que es también mamá de Dios…” y muchos otros. Pero en especial estas dos estrofas me hicieron pensar en que si María era mi mamá, debía ser tan buena, cercana y amada por mí, como mi mamá y mas allá de esto, pensaba que: entonces Jesús era mi hermano y yo adoraba a mis hermanos y primos… entonces yo tenía que sentir esa misma adoración, cariño y alegría por mi hermano Jesús… esos pensamientos me acompañaron durante mi niñez y fue hasta que hice mi primera comunión que pude recibir el regalo de “sentir” a Jesús.
Crecí, y fue cuando tenía 15 años y 7 meses que asistí a un curso de evangelización fundamental de la renovación carismática católica. Lo impartieron en mi colegio y fui invitada por la abuelita de unas amigas compañeras del colegio. Yo iba reacia, sin ganas, porque prefería irme al cine o pasar la tarde en mi casa. Pero no me negué, al contrario, le pedí a María que me dispusiera, y así fue: desde el primer tema, inició Dios a trabajar en mí corazón. El curso fue el Viernes, Sábado y Domingo. Durante los tres días, pude sentir a Jesús como un hermano, sentía que lo quería y lo conocía, lo experimenté cercano. Se unieron en mí, todos los pensamientos, estudios de religión, experiencias vividas y sentimientos, todo tuvo sentido, y todo llegaba y me llevaba a Dios. Me cayeron “muchos veintes” como decimos cuando “entendemos muchas cosas”. Dios y su Espíritu Santo desde entonces “le recuerdan todas esas cosas a mi corazón” y alientan mi Fe y Esperanza en las “noches oscuras de la fe”.
Después de ese fin de semana, me integré por completo a la comunidad de la parroquia de Fátima en Los Mochis, Sinaloa, México. Asistí al grupo de jóvenes todos los sábados a las 5 pm, luego me integré al ministerio de canto y música de la parroquia, asistí a las asambleas de oración los Lunes a las 8 pm, los Martes iba al estudio o crecimiento, los miércoles al grupo de oración, los viernes a la adoración a Jesús en la Eucaristía y los domingos a la Misa Carismática.
En mi familia hubo rechazo a tanta actividad al principio, pero después, también algunos de mis hermanos se integraron, mi papá se acercó más a la iglesia, y ya no éramos una familia de solo “misa los Domingos y fiestas de guardar”, a mi papá lo invitaron a ser ministro de la eucaristía, y con el, a mi mamá a dar platicas prematrimoniales y asistieron ellos también a pláticas, estudios de preparación en la parroquia del sagrado corazón de Jesús. Yo asistía con ellos a misa entre semana, y otras veces, me iba a Fátima… luego, terminé mi preparatoria, inicié mis estudios profesionales, empecé a trabajar y las cosas se fueron complicando en cuanto a horarios y actividades que me ponían en conflicto por no poder cumplir. Las cosas del Espíritu Santo siempre se dan en orden, paz y respetando prioridades, mi rol entonces, era de estudiante y también de empleada en una empresa, decidí “salirme” del ministerio de canto y música” para poder atender mies estudios y trabajo. Esto hizo que al poco tiempo fuera enfriándose mi relación con Dios, en ese tiempo, yo ya tenía amistades verdaderas, regalos de Dios, que aun conservo, y recuerdo que Betty (mi hermana del alma) , me pregunta que si quiero entrar a su grupo de oración. Ella pertenecía al equipo de oración personal, yo accedí inmediatamente. Y a los pocos días, Gilberto (mi ahora compadre) que era el encargado del grupo, me invita a pertenecer. Desde entonces, estoy en el EOPES y buscando a través de la oración personal mantener mi cercanía y amistad con Dios sobretodo servirle a Dios para que otros lo conozcan como yo. Conciente siempre de que Dios tiene un tiempo y un momento para cada uno y para cada cosa, pero, apelando a su infinita misericordia y amor, pido y ruego para que cada vez mas personas puedan iniciar una vida gozando de la seguridad, alegría y paz que da el vivir la vida tomado de la mano de Dios.

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